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“Siempre tuve miedo de quedar embarazada”: qué es la trofofobia y cómo reprogramar el cuerpo para gestar

Durante años le pedimos al cuerpo que evitara un embarazo, y cuando el deseo cambia, esperamos que responda de inmediato. Pero necesita tiempo, seguridad y nuevos mensajes. Te contamos cuáles son.


Mujer embarazada

“Siempre tuve miedo de quedar embarazada”: qué señales darle al cuerpo cuando quiero ser madre. - Créditos: Getty



“Desde que empecé a menstruar le tuve miedo al embarazo” es una frase que escucho mucho entre mis pacientes. Estudios recientes de la revista médica Acta Obstetricia et Gynecologica Scandinavica indica que aproximadamente al 14% de las mujeres a nivel mundial pueden llegar a desarrollar una fobia. La trofofobia, centrada específicamente en el miedo a la concepción o a quedar embarazada.

A la trofofobia se la describe como una fobia específica, enmarcada dentro de los trastornos de ansiedad. Puede comenzar en la adolescencia o adultez temprana y se puede dar incluso cuando existe el deseo de gestar en el futuro, lo que genera una contradicción interna y estrés emocional.

Desde la adolescencia, la consigna fue clara: evitar un embarazo. Utilizamos anticonceptivos, evitamos hablar abiertamente sobre nuestro ciclo menstrual y, en muchos casos, nos desconectamos de nuestro cuerpo. Le repetimos una y otra vez al cuerpo: “No es momento de gestar.” Y el cuerpo escucha. El cuerpo aprende. El cuerpo también se protege.

Hasta que un día el deseo cambia. Queremos concebir, y creemos que con solo dejar los anticonceptivos o buscar el embarazo este va a llegar. Pero eso rara vez sucede de inmediato. El cuerpo muchas veces no responde como esperamos, porque necesita algo más que una decisión mental: necesita nuevas señales, reales, sostenidas, coherentes. 

Es entonces cuando empieza otro proceso: el de reeducar al cuerpo. Necesita sentir que ahora sí está en un entorno seguro para gestar. Ese cambio de mensaje no es magia. Es un proceso. Un tránsito que muchas veces se empieza sin guía, sin información y, también, con ansiedad.

 

Cuando el cuerpo no responde, buscamos respuestas afuera y ahí aparece otro escenario: la consulta de fertilidad. Estudios, análisis, datos nuevos. Palabras como “reserva ovárica”, “calidad embrionaria”, “edad materna avanzada”, “diagnóstico genético preimplantacional”. Nos encontramos en un universo de términos que no conocemos, que asustan y abruman. Y ese susto, ese nuevo estrés, también es una señal que recibe el cuerpo. Se potencia el mensaje de alarma en un momento donde necesitamos justo lo contrario.

Muchas veces, cuando el cuerpo no responde como esperamos, escuchamos frases como: “Debés tener un problema hormonal". Y me gusta decir que las hormonas no son el problema, son mensajeras. No deciden, obedecen. Cumplen con lo que se les ordenó hacer. Si por años le dijimos al cuerpo que no queríamos un embarazo, las hormonas hicieron su trabajo. Ahora, para concebir, necesitamos cambiar el mensaje, no culpar al mensajero.

 

Reprogramar el cuerpo no significa forzarlo. Significa enseñarle a transitar otra etapa. Y para eso, hay que generar un nuevo ambiente biológico y emocional. Un terreno fértil que se construye tanto para embarazos naturales como para quienes recurren a tratamientos de fertilidad.

Y esto no es un detalle menor: muchas veces, cuando ese entorno no está listo y se inicia un tratamiento, el cuerpo no logra responder como se espera, porque biológicamente todavía no entendió la consigna. Esa fue una observación frecuente en mi experiencia.

¿Qué dicen los estudios sobre las causas de la infertilidad?

La infertilidad es una condición que afecta a una proporción significativa de la población mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente el 17,5% de los adultos en todo el mundo experimentan infertilidad en algún momento de sus vidas, lo que equivale a cerca de una de cada seis personas.

Las causas son diversas y pueden clasificarse según el género o ser mixtas:

  • Causas femeninas: representan alrededor del 30% de los casos. Las más comunes incluyen trastornos de la ovulación como el síndrome de ovario poliquístico (SOP), problemas estructurales (como obstrucciones en las trompas de Falopio) o trastornos hormonales.
     
  • Causas masculinas: también constituyen alrededor del 30% de los casos. Suelen estar relacionadas con alteraciones en la producción o calidad del esperma, o con obstrucciones en los conductos seminales.
     
  • Causas mixtas: en aproximadamente el 20% de los casos, ambos miembros de la pareja presentan factores que contribuyen a la infertilidad.
     
  • Infertilidad inexplicada: en un 20% de los casos, no se encuentra una causa identificable, incluso después de evaluaciones médicas completas.


Estos datos nos recuerdan que, a excepción de las causas estructurales —como malformaciones uterinas, obstrucción tubárica o alteraciones testiculares graves— que requieren un tratamiento específico, la mayoría de los casos de infertilidad tienen un origen multifactorial. Esto significa que no se deben a una sola causa, sino a una combinación de factores biológicos, hormonales, ambientales, emocionales y del estilo de vida.

Numerosos estudios demostraron que aspectos como el índice de masa corporal, la resistencia a la insulina, el estrés crónico, la inflamación sistémica y los trastornos del sueño pueden alterar la ovulación, afectar la calidad del endometrio y reducir la calidad espermática. A esto se suma que el sistema endocrino —eje hipotálamo-hipófiso-gonadal— es extremadamente sensible a señales externas y a la percepción interna de seguridad biológica.

 

Por eso es clave el acompañamiento integral antes, durante y después de buscar un embarazo, tanto si es natural como asistido. No solo para detectar posibles obstáculos, sino para preparar de manera consciente y amorosa el terreno biológico y emocional que necesita el cuerpo para habilitar el proceso de gestación. Un enfoque preventivo y personalizado puede marcar una diferencia enorme en los tiempos, las experiencias y los resultados de los pacientes.

 

La fertilidad no se puede estudiar en partes. El ciclo es dinámico. Los ovarios, el útero, las hormonas: todo forma parte de una sinergia en movimiento. Y eso no se observa en un único análisis, sino acompañando al cuerpo en su ritmo natural. Observar el ciclo es más que contar días o saber si ovulamos. Es una manera de escuchar cómo está nuestro sistema, nuestra historia, nuestro presente e incluso nuestro futuro.

Claves simples para empezar a enviarle el mensaje correcto al cuerpo:

  • Observar el ciclo con curiosidad y sin prejuicio.
     
  • Conectar con el deseo de gestar también desde lo corporal, no solo desde la mente.
     
  • Reducir el estrés y los mandatos de inmediatez.
     
  • Sostener pequeños cambios que generen confianza interna.
     
  • Buscar acompañamiento amoroso y personalizado.

¿Qué señales le dimos durante tanto tiempo? ¿Cómo se reeduca el cuerpo para gestar? ¿Qué historia necesita ser escuchada antes de abrir paso a una nueva etapa? ¿Qué mensajes le estás dando a tu cuerpo hoy? Cambiar el mensaje que le dimos al cuerpo durante años no es fácil, pero es posible.

Requiere tiempo, paciencia, presencia y vínculo. Porque el cuerpo necesita confianza. Y la confianza, como todo vínculo, se construye.

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