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Cómo conciliar vida personal, familiar y laboral sin perder de vista tu deseo

La presión de los mandatos sociales y la exigencia de cumplir con todo pueden alejarnos de lo que realmente queremos. Una reflexión sobre la ansiedad, el multitasking y la necesidad de frenar para escucharnos.


Mujer sonriente

¿Sos de decir que sí aunque no quieras? Algunas claves para revisarlo - Créditos: Getty



Entre las tareas simultáneas con las que cumplimos a diario –el famoso “multitasking”–, los mandatos sociales y la ansiedad por resolver listas interminables, perdemos de vista una pregunta esencial ¿qué queremos nosotras?, ¿hacemos lo que realmente queremos? 

Muchas veces escucho a las personas hablar de “conciliar” su vida personal, familiar y laboral.  Si bien “conciliar” es una palabra que suena amorosa en la práctica, en realidad, nos obliga a correr detrás de todo tipo de exigencias (trabajo, familia, pareja, amistades, reuniones) como si fuéramos máquinas. Y en esta “carrera” donde queremos que todo encaje como si fuera un rompecabezas, nos terminamos alejando de nuestro propio deseo.

Entre tantas obligaciones, ¿qué lugar le damos al deseo?, ¿por qué nos apuramos tanto? La ansiedad aparece cuando nos alejamos de nuestro presente, cuando dedicamos tiempo a pensar en el futuro sin habitar el momento actual. 

El “reloj social” y los mandatos sociales siguen marcando nuestros tiempos: a cierta edad conviene casarse, tener hijos, progresar en la carrera, formar una familia, comprar una casa, viajar a ciertos destinos, envejecer con cierta estética. Más tarde, jubilarnos con “la vida resuelta” y disfrutar de los nietos, como si esa fuera la única manera de “envejecer bien”. Cada etapa parece traer un mandato que debemos cumplir sin demorarnos: el apuro por “llegar” nos activa la ansiedad. 

 

En el consultorio, Clara —42 años— contó que nunca había querido casarse y que en cada reunión familiar recibía la misma pregunta: por qué seguía en pareja, pero sin ponerse el anillo. “Tengo trabajo, amigas, proyectos, amor y, sin embargo, siempre me señalan lo que falta. Yo no siento que falte nada, pero los demás insisten: me ubican como la solterona sin anillo en pleno siglo XXI” aparece una mirada que no nace de ella, y que la ubica en un lugar muy doloroso. Aunque parezca que vivimos en tiempos modernos la moral sigue disfrazada de chistes, indirectas o comentarios “bienintencionados”.

¿Cuántas historias similares conocemos? Lo mismo ocurre con las mujeres que se casan y no quieren tener hijos, o con aquellas que maternan a sus hijos, pero sienten culpa por no estar disfrutándolo al máximo como “deberían”. En todos los casos, la comparación con ese guion social y ese “tiempo” ficticio genera ansiedad.

¿Por qué no podemos frenar? Tal vez, porque frenar signifique desobedecer. O porque ir más despacio (o incluso quedarse quieta) implique enfrentarse a otra pregunta incómoda: ¿qué quiero yo? La falta de respuesta a veces asusta más que cualquier agenda llena. 

Por Ornella Benedetti, psicoanalista, cofundadora de RedPsi, coautora de Imperfectos y Verdades no dichas. @orne_psi @redpsi. Gentileza para OHLALÁ!

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