

Créditos: Ilustraciones de Inés Fraschina.
Si estamos un rato en Instagram, empezamos a creer que podemos tenerlo todo, que nuestro negocio puede ser un éxito inmediato, que podemos hacerlo todo, ya mismo y en simultáneo. Parecería ser que por ver platos deliciosos y nutritivos estamos en ese momento comiendo bien o porque adherimos a una causa noble con un like o un corazoncito ya estamos cambiando el planeta. Los mundos virtuales y concretos se desdibujan y nuestra mente parece no distinguir entre tanto input, tanto estímulo. Y en esos momentos en los que queremos que el dedito deje de pasar de una story a otra, o de un capítulo de Netflix al siguiente, olvidamos que estas (y tantas otras) plataformas están diseñadas para entretenernos y distraernos.
En simultáneo, nos bombardean noticias del país y del mundo cargadas de pesadez y malos augurios. Hay estudios de Shawn Achor junto con Arianna Huffington (¡googleen a ambos!) que indican que exponernos a estas noticias durante 3 minutos antes de las 10 a. m. ya afecta nuestro estado de ánimo por el resto del día. Y sin exagerar, podríamos decir que si vamos por la vida en modo default, sin hacer ajustes, los estímulos externos están siendo diseñados cada vez más para que tengamos miedo y estemos distraídos e insatisfechos.

Si te perdiste de vos misma, si sentís que a tu alrededor todo tambalea y no hay certezas a las que aferrarte, si te abraza la sensación de caos..., siempre hay un camino para volver a casa. - Créditos: Ilustraciones de Inés Fraschina.
Si observamos el contexto un poco más, parecería ser que vamos por el día corriendo hacia la siguiente actividad. Los pendientes se multiplican para el mediodía y muchas veces tenemos la sensación de que deberíamos estar haciendo otra cosa. Nuestros roles y funciones con los cuales tanto nos identificamos parecen contradecirse o, por lo menos, superponerse. Amiga, madre, hija, profesional, mujer. Y si nos enfocamos en uno por unas horas, enseguida creemos que estamos descuidando el resto. "¡Quisiera clonarme! ¡No me alcanza el día!", suelen ser los pensamientos que se nos cuelan.
Y así andamos a veces por la vida, sintiéndonos alienadas. Llega el domingo y aparece una especie de resaca que nos hace pensar que estamos desatendiendo lo que más nos importa, mientras que por dentro sentimos que no somos suficientes. Nos falta paz.
¿Y por qué arrancamos esta linda nota por acá? Porque fui descubriendo que lo que más importa a la hora de sostener transformaciones es practicar la autocompasión, la paciencia, la palmada en el hombro a una misma. Entonces, ayuda mucho saber que no es que estamos falladas, y también saber que nuestro mambo no es único y que nos pasa a todos un poco lo mismo.
Estamos inmersas en un contexto y actuamos como actuamos porque eso fue lo que aprendimos. Reconocerlo y detectar esos estímulos externos facilita la compasión y la apertura para sentirnos aprendices en estos revoltosos tiempos modernos. ¿Qué pasa cuándo empezamos a ver el entorno y nuestras reacciones? Nos desidentificamos. Podemos distinguir que no somos nuestros pensamientos, acciones, adicciones, estrés. Somos quien las observa, somos nuestra esencia. Y a este recorrido tan íntimo y personal lo vamos a llamar "volver a las bases", que es algo así como volver a casa, un camino que va hacia adentro para repensarte y reconectar con quién sos.
1- Separar hechos y sus relatos
Veamos esta escena: hay tres personas antes que nosotras en la caja del banco. "Estoy perdiendo tiempo", "Esto va a ser rápido". Acá tenemos un hecho y dos relatos. Uno de los pilares del coaching ontológico es poder distinguir entre el fenómeno y la explicación que le doy a ese fenómeno. Esto está directamente relacionado con lo que comentábamos al principio. Cuando confundimos "fenómeno" y "explicación", vivimos nuestros relatos como verdades. Esto nos lleva indefectiblemente a vivir una vida recortada, filtrada, porque ahora existe un sesgo.
La forma más new age de decirlo sería "sea lo que fuera que pienses, el universo te va a dar la razón". Más allá de la energía que estamos emanando, hay una parte que tiene que ver con que nuestro cerebro va a descartar toda información que refute nuestra explicación y va a resaltar y recordar aquellos fenómenos que la justifican.
"Es egoísta. No tengo tiempo. A ella todo le llega de arriba. Nadie me valora". Estos son juicios, que a veces pueden ser opiniones con las que ni siquiera estamos anclando en un hecho puntual. Si no hay un hecho, estos juicios son un peligro, porque nacen de otros juicios y no cuentan con evidencia de algo que esté sucediendo concretamente, pero, de nuevo, los vivimos como verdades.
- Programá tus pensamientos frecuentes: Pensá o anotá algún pensamiento frecuente que hable de cómo te tomás las cosas, cómo interpretás lo que pasa. Elegí alguno de esos pensamientos que te tire para abajo. Si dice "nunca" o "siempre", mejor. Ahora buscá el fenómeno puro (el hecho) y separalo de tu explicación (relato), e inventá una nueva explicación. ¿Cuál de las dos abre o cierra posibilidades? ¿Alguna te vuelve más protagonista? Podés hacer esta práctica cada vez que te sientas acorralada en una situación o cuando detectes pensamientos en los que te victimizás.
2- Volver al cuerpo

Créditos: Ilustraciones de Inés Fraschina.
Pensá en momentos en los que estás haciendo algo con el cuerpo, ya sea salir a caminar, hacer el amor, practicar algún deporte, hacer yoga, bailar, tener una sesión de cosquillas con tus hijos, limpiar la casa, cocinar, nadar. ¿Te sentís alienada o desorientada en esos momentos? ¿No es acaso más fácil sentirnos conectadas, suficientes y en nuestro eje cuando "el cuerpo manda"? La mente lo sabe, y por eso busca excusas para no darle tanto lugar a esto porque pierde poder. "No tengo ratos libres, es una pérdida de tiempo, me va a retrasar" o alguna de estas versiones es lo que nos decimos cuando en el fondo sabemos que lo necesitamos, lo añoramos.
Cada vez que volvemos al cuerpo, nos permitimos estar más presentes, en el sanador y poderoso aquí y ahora. Y aunque estemos corriendo, nadando, igual nos aquieta. Nos calma. Y también, como un efecto reenergizante, nos vuelve a conectar con nuestros propios recursos. Con la sensación de que no estamos disociadas y que nuestra mente no es la única que manda en nuestro accionar.
- Armá tu agenda corporal. Tomá tu planificador semanal o calendario y generá por lo menos tres espacios de 30 minutos a una hora esta semana para hacer algo con el cuerpo. ¿Aparecieron explicaciones? ¡Volvé al casillero anterior! Sucede que somos muy resolutivas con nuestros pendientes laborales y obligaciones y enseguida les damos lugar en nuestra agenda. Si no hacemos el mismo ejercicio de darle espacio (un bloque de tiempo asignado) a nuestro cuerpo, descanso, o simplemente un rato a solas, raramente logremos generarlo después.
3- Elegir desde lo que nutre
Como vimos al inicio, el contexto colabora muchísimo en cómo vivimos las cosas. Hay un contexto que es macro: la cultura en la que estamos inmersas, lo contemporáneo, la sociedad. En este contexto, tenemos que estar atentas a cuánto compramos el discurso y andamos por default.
Pero hay otro contexto que es más personal: los lugares que visitamos, las personas con las que nos rodeamos, el trabajo, nuestros grupos sociales, lo que sucede dentro de casa y las rutinas. Este microcontexto es elegido. Aunque parezca que no, cada situación que vibre para atrás o nos resulte tóxica y provenga de este microentorno, es porque nosotras así lo permitimos.
Cuántas veces cambiamos, nos transformamos y nos cuesta actualizar el entorno, darnos cuenta de que estamos incómodas perteneciendo donde ya no pertenecemos. Volver a las bases es posible cuando las bases reflejan quiénes somos hoy.
Y aunque acá no hay planteos talibanes, te invito a que por lo menos detectes si parte de este alejamiento de la esencia, confundir roles con nuestra identidad o despriorizarnos, se apalanca en un entorno que no escucha, no entiende o exige. Y tal vez te den ganas de moverte, correrte o tener nuevas conversaciones para que esto suceda de otra manera. Porque depende de vos crear tu propio refugio, tu base, tu "casa".
Y en este aspecto, quizá la clave sea recordarte siempre que sos suficiente, que tus roles no te definen, que sos enorme y que tu vida es única, singular y conectada con todo. Eckhart Tolle dice que en el momento presente no hay problemas si lo aceptamos y lo vivimos como es, siendo quienes estamos siendo. Te invito a aquietarte, a volver a las bases, para descubrir que, lejos de que se derrumbe el mundo, la vida florece y es increíble.
4- Aquietarnos

Créditos: Ilustraciones de Inés Fraschina.
¿Leíste este subtítulo y ya te dio un poco de ansiedad? ¿Suena de monje zen o de alguien que vive en la tercera edad? La mente nos atrapa, nos hace creer que hay que correr o si no nos retrasaremos. Por eso, podríamos reemplazar el título de tapa por "Aquietate", porque volver a las bases implica reencontrarnos con lo que importa, separar la señal del ruido. ¿Cómo sería posible hacer esto si no es con una pausa primero?
Pausar es frenar lo que estamos haciendo o por hacer y respirar varias veces al día. Frenar el automático. Lo que sucede es que se genera aire y un espacio donde empieza a ser posible contemplar (¡alto verbo!). Y si volvemos al inicio, contemplar nos permite separar hecho (estímulo) de reacción y nuestras explicaciones.
Y si lo que está pasando duele o, en el fondo, no depende de nosotras, aquietarnos nos permite aceptar lo que es. Aceptar no implica aprobar o estar de acuerdo, simplemente es decir "esto está pasando" sin negarlo. Como dice el dicho zen, "no busques la verdad, solo suelta tus opiniones". Aquietarnos es ser sin tanto hacer, es volver a nuestras bases sin tanto alboroto mental.
5- Agradecer
Oprah Winfrey insiste en que no existe práctica espiritual más sencilla y poderosa que dar las gracias cada día. Y yo coincido. Como tantas otras personas hoy en día, ambas llevamos a conciencia nuestros diarios de gratitud. En ellos, cada día escribimos (amo ponerme en plural con Oprah) 3 oraciones sobre algo de lo que estamos agradecidas hoy. Puede ser algo chiquito y parte de la rutina o algo especial o enorme. Vale todo.
La gratitud es un estado interior que, al cultivarse, deja de estar vinculada con los hechos o estímulos externos. Ser agradecida permite también esa pausa, esa contemplación que tranquiliza, esa sensación de sobremesa, de estar disfrutando del "estar lleno".
Mientras preparaba esta nota, nuestra psico ohlalera, Inés Dates, nos compartió un texto de David Whyte que dice "la gratitud es ese estado de atención que muestra que entendemos y somos iguales al regalo de estar vivos". Cuanto más caos afuera, cuanto más alienadas nos sintamos, fuera de eje, más nos sirve anclar en lo que importa, lo que es, lo que hay, apagando por un ratito la búsqueda infinita.
- ¿Ya tenés tu diario de gratitud? En varias ediciones anteriores te propusimos tener tu propio diario de gratitud. Hoy insistimos. Y si no, puede quedar como práctica esporádica o de emergencia. Papel, lápiz y lista de cosas por las cuales estás hoy agradecida. Cuando creas que terminaste, duplicala. ¿Terminaste? Duplicala de nuevo. Buscá creativamente seguir agradeciendo, verás cuántas cosas estás dando por sentado. Hasta podés preguntarte: "¿Y si mañana desaparece todo lo que hoy no agradecí?". Verás cómo la lista sigue creciendo y tu ánimo cambia y aparece más aire, más calma.
Experta consultada: Inés Dates, nuestra psicóloga.
May Groppo
En esta nota:
SEGUIR LEYENDO


El tratamiento terapéutico que se recomienda al recibir un diagnóstico de cáncer
por Redacción OHLALÁ!

¿El ChatGPT puede reemplazar la terapia?
por Ornella Benedetti

7 claves para manejar los conflictos familiares durante las fiestas
por Verónica Dema

¿Es posible cultivar la positividad para mejorar nuestra calidad de vida?
por Verónica Dema
