
Mónica Yemayel: “La menopausia sigue siendo un tabú del que casi no se habla”
En Mujeres que ya no sangran. Menopausia, el último tabú, Mónica Yemayel pone en palabras una experiencia universal que todavía se vive en silencio. A partir de su propia historia y de una exhaustiva investigación, el libro explora los mitos, la falta de información y los prejuicios que rodean a la menopausia.
18 de octubre de 2025

Mónica Yemayel publicó Mujeres que ya no sangran. Meopausia: el último tabú (Tusquets) - Créditos: Gentileza Mónica Yemayel y Editorial Planeta
Hablar de la menopausia sigue siendo, en gran medida, un tabú. A pesar de afectar a un universo de mil millones de mujeres en todo el mundo, el silencio y la desinformación persisten alrededor de este proceso biológico que marca una nueva etapa en la vida de las mujeres. Sólo una pequeña parte de ese universo tiene el privilegio de acceder a información e intentar decodificarla. En Mujeres que ya no sangran. Menopausia, el último tabú (Tusquets), la periodista y escritora Mónica Yemayel se sumerge en una investigación profunda y personal para desentrañar los mitos, los mandatos culturales y las carencias del sistema de salud público y privado que atraviesan este momento vital.
En esta entrevista, Yemayel comparte cómo nació el libro a partir de su propia experiencia, el desconcierto inicial ante los cambios físicos y emocionales, y la necesidad de ponerle palabras a lo que tantas mujeres viven en silencio. Con sensibilidad y rigor, reflexiona sobre el cuerpo, el deseo, la identidad, la falta de políticas de prevención en la etapa pos-reproductiva, los tensiones y discursos opuestos en torno de las soluciones que ofrece la industria farmacéutica, las medicinas alternativas y la cosmética para los nuevos modos de transitar la madurez de las mujeres en una sociedad que aún se resiste a mirar de frente la menopausia.

Mónica Yemayel publicó Mujeres que ya no sangran. Meopausia: el último tabú - Créditos: Gentileza Mónica Yemayel y Editorial Planeta
- Publicaste Mujeres que ya no sangran. Menopausia, el último tabú: ¿por qué te metiste en el tema de la menopausia?
- Básicamente porque, como intento transmitir en la primera crónica del libro, me tomó desprevenida, sumergida en una completa ignorancia. Pensé: cómo es posible que siendo una mujer con el privilegio de haber estudiado, de vivir en una gran ciudad, de tener acceso a la información, cómo es posible que no entienda nada de lo que me está pasando, cómo es posible que no haya sido advertida de todo esto que estoy sintiendo. Síntomas físicos y también emocionales: insomnio, irritabilidad, cansancio, calores, falta de energía, de deseo, una sensación de “no tengo fuerzas para ocuparme de nada, no quiero cuidar más a nadie”. Una especie de necesidad de huir, ¿no? Que después de todo el proceso de escritura, creo haber entendido que en realidad era como una especie de huida de la mujer en la que me estaba convirtiendo, una mujer que estaba dejando atrás un momento muy pleno, de juventud. Estaba empezando a ser una mujer distinta y, en medio de la montaña rusa hormonal en la que vivía, no me gustaba mucho lo que me proponía esa nueva mujer.
- ¿Qué edad tenías?
- 53. Es la edad promedio, entre 51 y 53. Todo el proceso del climaterio puede tomar años, desde la premenopausia hasta la posmenopausia. Depende de cada mujer cuánto tiempo tarda el cuerpo en encontrar su nuevo equilibrio hormonal ante la falta de estrógenos y cuántos síntomas, de todos los posibles, vaya a tener.
- En el libro decís que no encontrabas datos, no había información sobre menopausia. Contás que te vas nutriendo de testimonios de gente conocida, otros que no conocías pero que igual te escribía cuando se enteraba que estabas escribiendo sobre esto, también consultaste informes de otros países… ¿Cómo fue ese proceso y cómo interviene Leila Guerriero? Hace años que vas a su taller, y ahí escribiste los primeros textos...
- Creo que los primeros textos son del 2017. Cada consigna que Leila daba, sin importar sobre qué tema era, yo lo asociaba con la menopausia. Era algo potente que se me imponía. Todo pasaba por el lente de mi estado físico y mental en transformación. Hubo una primera crónica muy larga que intentaba contestar la pregunta: ¿qué me está pasando?, y especialmente: ¿qué va a pasarme? Esas preguntas son la columna vertebral que ordena toda la investigación. Después de varias de esas pequeñas postales personales que yo iba llevando al taller, y que en el libro toman el nombre de "Señales de Cambio", Leila pensó que si esa experiencia propia se complementaba con una investigación periodística, entonces, podía haber un libro. Fueron cuatro años de trabajo, que en el libro se presentan en capítulos con tonos diferentes. Algunos recorren el relato de cómo viví yo los síntomas, por ejemplo, la dificultad en las relaciones sexuales, los olvidos y lagunas mentales, la sensación de tristeza, los insomnios, los atracones, la relación de pareja, la relación con mis hijas, en el campo laboral, y un largo etcétera. Otros capítulos son entrevistas con especialistas que tienen diferentes posiciones, que hablan de la falta de políticas públicas de salud, la falta de estadísticas, del desconocimiento generalizado, de las simplificaciones, las miradas convencidas que no ponen en duda el discurso que sostienen, de los intereses de la industria farmacéutica, de la problemática laboral, de todo lo que debe ser incluido en la agenda de temas vinculados a la mujer. Otros intentan poner en palabras comprensibles el contenido de publicaciones prestigiosas y especializadas. Es un intento de desentrañar los discursos, siempre contradictorios, acerca de cómo abordar el tema. Están también los relatos que cuentan las experiencias de otras mujeres, de distintas clases sociales y de diferentes partes del país. Porque la realidad es bien distinta. Hay algunas escenas muy divertidas que se incorporan al libro como “objetos menopáusicos sorpresivamente identificados”, que surgen de información que muy esporádicamente aparecía en medios, series, películas, libros, redes y que me mandaban mis amigas por las noches para animarme en la tarea.

Mónica Yemayel inició la investigación por desconcierto: ¿qué me está pasando? ¿qué va a pasarme?, se preguntaba. - Créditos: Gentileza Mónica Yemayel y Editorial Planeta
- En el libro se plantea que los síntomas asociados a la menopausia son muchísimos. Algunos directos, otros indirectos. Los que más se conocen son los calores, la sequedad vaginal. Pero hay mucho más vinculados con la salud ósea y la cardiovascular, por ejemplo...
- La ginecóloga y sexóloga entrevistada en el libro habla de 230 síntomas asociados a la menopausia. Por supuesto ninguna mujer va a sentirlos todos. Depende de su estado general, de cómo llega a ese momento. Por eso es tan importante la prevención. La educación sobre cómo cuidarse antes para atravesar mejor esta etapa. Lo concreto es que existen diferentes test que son muy habituales en las consultas ginecológicas que se hacen en países desarrollados para determinar el grado de intensidad de la menopausia en cada mujer. En el libro se explican cuáles son las preguntas que conducen al profesional de la salud a conocer el estado de la paciente. Por ejemplo, la Escala de Green incluye veinte preguntas: onces sobre síntomas psicológicos, siete sobre alteraciones físicas, y dos específicas sobre el sistema vasomotor ya que las sudoraciones y los calores son los síntomas más comunes y precoces. Yo me pregunto en el libro qué hubiese pasado si hubiese sabido que todos esos síntomas tenían que ver con la repentina falta de estrógenos que mi cuerpo estaba asimilando a partir del momento en que la función ovárica cesa. Me hubiese ahorrado, supongo, mucha angustia, mucha tristeza, mucha culpa por pensar que esos síntomas me ocurrían sólo a mí. El tema parece tener poca entidad. Como si fuera un tema menor. Un “estado” que por natural y frecuente se debe aceptar. Y lo frecuente no es natural y no tiene por qué aceptarse. Hay un enfoque general de la salud que es androcéntrico, se invierte poco en estudiar a la mujer y especialmente a la mujer en su etapa posreproductiva. Es importante exigir que se nos informe, se nos escuche, se nos propongan vías de solución que se presenten con sus ventajas y también con sus riesgos asociados.
- Sobre todo con las terapias hormonales, ¿no?
- Sí. Porque la terapia hormonal sustitutiva que reemplaza en el cuerpo las hormonas que ya el cuerpo no produce no es para todas las mujeres y debe ser prescripta con responsabilidad: qué, cuánto, cómo, durante cuánto tiempo es una decisión que requiere conocer a la paciente en profundidad. Lamentablemente, no siempre la prescripción y el seguimiento se realizan con suficiente rigurosidad. En el libro se relata la historia de la terapia hormonal sustitutiva, con sus luces y sombras. No con el espíritu de negar su importancia sino de llamar la atención sobre ciertas prácticas que pueden ser riesgosas para algunas pacientes. Debo decirte que investigar estos temas es algo muy complejo. Porque las diferentes posiciones son realmente muy antagónicas. El cielo o el infierno. Hubo momentos de zozobra en los que pensaba: “No voy a poder terminar el libro. Esto me excede”. Porque la idea fue siempre la de poner en duda los discursos establecidos. Es lo que debe hacer el periodismo. Cuestionar para intentar decodificar todo un universo de información confusa y, a veces, sesgada por intereses.
- Vivimos en una sociedad que valora la belleza, la juventud, las personas delgadas… Es difícil pelear contra eso, y además estamos hipersexualizadas. Te ves obligada a decir: “Bueno, quiero seguir siendo sexualmente activa”, y a veces no están las ganas. ¿Qué planea el libro en este sentido?
- En uno de los capítulos se aborda el tema del duelo que implica la menopausia. Un triple duelo: la juventud, la belleza y la capacidad reproductiva. Esto último más allá de que la mujer desee o no ser madre. Es una crisis vital. Y superarla no es sencillo. Para las mujeres en pareja, heterosexual o no, es un trabajo recomponer el vínculo cuando el deseo ya no surge espontáneamente. Y es algo que afecta a los varones también. Lo que sucede es que en los hombres, la andropausia, es un proceso paulatino: la testosterona va descendiendo lentamente. En las mujeres es algo intempestivo. Un salto para el que hay que estar preparada. Creo que una de las cosas que más me impactaron de este libro es la cantidad de mensajes de varones que lo leyeron y que reconocen que no tenían idea de que a las mujeres nos ocurría esto. Hay unos testimonios preciosos de varones que se animaron a contar sus experiencias. Eso es muy importante, porque a los hombres les cuesta hablar de esto. De lo que les pasa a ellos, a sus parejas. Y no es un tema de parejas solamente. Es un “problema de familia”. Así se aborda en algunos países desarrollados. Es un tema que involucra a los hijos, a los compañeros de trabajo, a los amigos. Si hay acompañamiento, la mujer puede superar el impacto de una manera mucho más amable.
- Vos lo contás también en términos personales: ahí hay como un redescubrimiento de pareja, separarse de casa y reenamorarse o reencontrarse cuando se puede y como se puede…
- Si la pareja no está preparada, la incomprensión de lo que está ocurriendo puede ser devastadora. No entender qué está sucediendo con tu cuerpo, con tu deseo, con tu libido. La crispación, el mal humor, la irritabilidad tienen sus causas y conocerlas y poder hablar sobre eso y acompañarse puede hacer toda la diferencia. Por eso es importante informarse, conversar, buscar profesionales que tengan el tiempo para acompañar el proceso. Puede ser una casualidad, tal vez, pero las estadísticas de divorcios muestran que el porcentaje que más ha crecido está ubicado en el rango etario de entre 50 y 60.
- Al varón también le tocan cosas, se menciona en el libro, y sin embargo casi nunca se hacen cargo...
- Creo que a los varones les cuesta tanto o más que a las mujeres entender que algo ha empezado a cambiar. Las señales del paso del tiempo se hacen tangible y en una sociedad que celebra la juventud se hace difícil aceptar que ese período ha quedado atrás. Por eso se habla de duelo. Particularmente, valoro mucho y me gusta lo que me devuelven los lectores varones, una especie de sorpresa y descubrimiento. Me gusta pensar que este no es un libro para “menopáusicas”, sino que es un libro para prepararse para la menopausia desde mucho antes, para compartir en pareja, para que a partir del libro surja la conversación, las dudas, los matices. Y de ahí en más, la comprensión y la compañía para no vivir el cambio en soledad. Es un libro para decir: “Hablemos de esto”. Hay hijas que no saben a qué edad tuvieron la menopausia sus madres. Y es importante. Porque el porcentaje de menopausia precoz está en aumento en el mundo. Mujeres que a los 42 años empiezan a sentir síntomas y recién entonces se enteran del antecedente familiar. No son temas menores. Hay consecuencias para la salud que deben ser prevenidos, que deben atenderse a tiempo. Y para eso hacen falta campañas de salud que no existen o son insuficientes para llegar de manera global a todas las mujeres sin importar su condición social o el lugar donde viven. Porque las de condición más vulnerable aún hoy confunden los síntomas de la menopausia con los “achaques” que llegan con la vejez, y eso lo dicen teniendo 50 años.
- ¿Sentís que este es el último tabú del feminismo? ¿Que volverlo tema de conversación puede hacer que se visibilice también desde las esferas públicas?
- La agenda feminista ha permitido abordar muchos temas silenciados. Sería crucial que se incorpore también la menopausia en la agenda. La mujer en su etapa pos-reproductiva necesita cuidados. La salud ósea, la salud cardiovascular. No es solamente la incomodidad de los calores, o los kilos de más o la incomodidad para tener sexo. Eso es lo más difundido y es una simplificación de la problemática que subyace a la menopausia. Hace falta información, prevención, atención. Las especialistas sostienen que las mujeres que ahora rondamos los 60 somos la primera generación que se siente joven. Históricamente la menopausia y la vejez estuvieron asociadas porque estaban muy próximas. Pero en las últimas décadas la mayor expectativa de vida, la mayor longevidad, fue modificando esa percepción.
- ¿Hay también discursos muy edulcorados de la menopausia? Que dicen “es otra etapa”, “una nueva vida”, pero la energía, la cabeza, las nieblas mentales, el cansancio…
- Creo que lo importante es saber que es una transición. Y que lo importante es estar lo mejor informadas posible para tomar las mejores decisiones que nos permitan proteger nuestra salud física, emocional, afectiva. El problema es que esa información no está. O es confusa, contradictoria, insuficiente. Hay por supuesto algunas excepciones de quienes trabajan con responsabilidad, pero son espacios para un grupo de mujeres privilegiadas con acceso a los grandes centros urbanos, con recursos económicos, con posibilidad de elegir. Yo aprendí que tengo que leer, discutir, repreguntar, no aceptar pasivamente los discursos de los profesionales, no comprar falsas promesas. Las miradas edulcoradas, como vos decís, no me parece que ayuden demasiado ni que sean muy realistas.
El libro de Yemayel es un aporte para que la menopausia deje de ser una cuestión despectiva, casi cercana a un insulto. Revertir esa palabra, apropiárnosla, entenderla es esencial para poder pasarla lo mejor posible. Porque la menopausia no puede ser algo que nos defina: en realidad es solo un momento del ciclo de la vida. Como dice la autora: una transición.
SEGUIR LEYENDO


Visibilizar salva vidas: cinco formas de prevenir el cáncer de mama en este Octubre rosa
por Cristian Phoyú

5 alimentos para cuidar el corazón, según un experto
por Redacción OHLALÁ!

Cómo reconocer el burnout de fin de año y las mejores estrategias para evitarlo
por Cristian Phoyú

Cande Yatche: “Estamos expuestos a imágenes irreales que moldean nuestra percepción del cuerpo"
por Euge Castagnino y Romina Salusso
