
Covering laboral: cuando ocultar quiénes somos nos agota
Ocultar aspectos de nuestra vida personal en el trabajo consume energía, afecta la salud y debilita el compromiso. El covering laboral genera desgaste emocional. Te contamos cuáles son los síntomas y cómo afrontarlos.
16 de septiembre de 2025 • 15:05

Covering laboral: cuando ocultar quiénes somos nos agota - Créditos: Getty
Hay un desgaste que rara vez se pone en palabras pero que muchos viven: una energía constante destinada a esconder partes de quienes somos en el trabajo. Este comportamiento de supervivencia tiene nombre: covering o encubrimiento, ese espacio psicológico en el que guardamos lo vulnerable, lo personal, lo que creemos que no sería entendido, lo que tememos que nos juzguen si lo revelamos.
Distintos estudios reflejan cómo esta práctica puede deteriorar la salud mental y el compromiso laboral. Por ejemplo, un estudio de Deloitte, “Uncovering Talent” indica que el 74% de trabajadores/as reporta efectos negativos debido a las presiones para encubrirse. Los principales síntomas son agotamiento emocional, dolores de cabeza, depresión, insomnio y afecciones cardíacas. Por otro lado, la energía personal se desvía considerablemente, y esto afecta al cumplimiento de las tareas laborales.
Esta práctica es sorprendentemente común, ya que un 60% de trabajadores/as en Estados Unidos reporta haber sentido la necesidad de encubrirse en el lugar de trabajo, una cifra que se ha mantenido constante durante una década.
En Grow-género y trabajo nos hemos encontrado con cientos de estas experiencias. Cuando alguien tarda tres años en decir en su trabajo con quién vive; cuando oculta que cuida a padres enfermos; cuando no expresa que algo lo angustia; cuando calla su orientación sexual por miedo a que cambie la manera en que lo miran… todo eso consume. Ese ocultamiento es un impuesto invisible, que sobre todo paga quien lo habita.
Por otro lado McKinsey realizó una encuesta a nivel global, “Thriving workplaces: How employers can improve productivity and change lives”, y detectó que 43% de las personas evaluadas globalmente reportan tener una deficiente salud holística —es decir, un estado que incluya lo físico, lo mental, lo social y lo espiritual, y se observan diferencias claras cuando se desagregan los números en función de género, personas LGBTQI+, jóvenes, personas con menor nivel educativo o con menor condición económica. Estos colectivos tienden a reportar peores resultados en salud física, mental y social. Kenji Yoshino, quién sistematizó el concepto, identificó los siguientes ejes de covering: apariencia, afiliación, activismo y asociación.
Para las empresas, la presencia de una cultura de encubrimiento tiene un impacto devastador en la productividad y la retención del talento, lo que se traduce en una pérdida significativa de bienestar y energía a nivel organizacional. No solo afecta a una disminución de la productividad, sino también a una reducción del compromiso con la organización. El agotamiento emocional derivado del encubrimiento puede contribuir a tasas más altas de ausentismo, caídas en la productividad, menor innovación y una mayor probabilidad de que los/as trabajadores/as cometan errores.
Estos datos ponen de manifiesto la importancia de abordar la dimensión de cultura y pertenencia, a la hora de trabajar en el bienestar, de lo contrario pueden no alcanzar sus objetivos. El reporte de McKinsey estima que invertir de manera adecuada en salud integral de los empleados puede generar entre 3,7 y 11,7 billones de dólares de valor económico global: se mide no solo en menor ausentismo, sino en menor presentismo (estar en el trabajo pero no al máximo porque algo te distrae, te pesa, te preocupa).
Desde Grow- género y trabajo les compartimos algunas pistas de qué se puede hacer para evitarlo:
- Contar con políticas claras de diversidad e inclusión;
- Promover una cultura de pertenencia y aceptación;
- Asegurar la seguridad psicológica;
- Liderar con el ejemplo, desde la vulnerabilidad y 4) Medir lo que importa.
El covering, ocultamiento o encubrimiento no es una metáfora: es una realidad que corroe lo potencial. Nos dispersa, nos fragmenta. Y nos impide construir ambientes donde cada persona pueda aportar lo mejor, precisamente porque vive con parte de su vida silenciada.
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