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 • Opinión

Un estudio reveló que, cuando se habla de algo positivo referido a una mujer, ésto tiene que ver con su cuerpo

La diferencia entre lo femenino y lo masculino es, antes que nada, una construcción social. En su segunda columna, Cande Yatche analiza esto y nos invita a pensar por qué debemos romper con los estereotipos.


Nos quieren a medida.

Nos quieren a medida. - Créditos: Getty



Polleras de jean, calzas de lycra. Tops de encaje, tacos aguja. Neceser con pinta labios, delineador y rubor. Aritos de perlas y media docena de pulseras. Objetos que, si vemos agrupados en un vestidor, sin dudarlo pensaríamos que le pertenecen a una mujer. ¿Hay algo biológico que determine los gustos según el género? Claro que no, estos deseos/gustos/ideas son construcciones sociales. No está en nuestros genes el condicionamiento de que las mujeres tienen que vestirse de rosa y los varones de azul.

Nuestra mirada va absorbiendo distintos estímulos que la van moldeando, esto hace que después se perciba de una forma particular. Por ejemplo, en el caso de los pelos, nuestra mirada absorbe imágenes donde las masculinidades muestran con libertad sus vellos corporales, sin embargo, las feminidades exhiben una piel de porcelana fría. Solo son aceptados los pelos de las cejas (aunque con una forma en particular que va cambiando según las distintas tendencias) en los cuerpos femeninos, ¿Quién marcará estas tendencias? Muchas veces perdemos de vista los sesgos de género con la creencia de que vemos el mundo como es. Nuestra mirada también absorbe la angustia de una familiar que deja de meterse a la pileta con treinta grados de calor, por el hecho de no estar depilada, mientras ve como un primo se tira de bomba por el trampolín con total liviandad.

En cada sociedad, ciertos rasgos, comportamientos e intereses están asociados con un determinado género: es aceptado que las mujeres nos pintemos las uñas y no tan así que los varones lo hagan. ¿Por qué la mayoría de las personas respetamos estas categorías estéticas culturales? Desde una temprana edad, aprendemos a mirar, y a ser miradxs, esto nos lleva a tomar ciertas decisiones sobre nuestra imagen para, en muchos casos, satisfacer la mirada filosa de lxs demás. La percepción moldeada por los roles de género va marcando cómo nos relacionamos entre nosotros, así como también nuestros comportamientos, ideas y sentimientos.

El sistema de género se difunde a través de la representación de estereotipos de género que son los moldes a los que la sociedad pretende que nos acomodemos para ser varones y mujeres. Quienes no encajan a la perfección en estos moldes suelen ser foco de bullying y críticas. Un ejemplo, es que se impone que la estética femenina sea delgada y “fina”, en contraste con una estética masculina grande y fuerte. Una mujer con espalda grande y musculosa no es socialmente considerada “bella”, aunque estos mismos rasgos son considerados atractivos en un varón. Representaciones de la masculinidad y la feminidad que se reproducen a través de los agentes transmisores de cada época. Es a partir de los estereotipos que nos homogeneizamos con las personas del mismo grupo y nos diferenciamos de los que no forman parte.

¿Cuáles son los estereotipos de género de la imagen corporal en la sociedad occidental? El género tradicionalmente es una categoría binaria (varón - mujer), lo que significa que tiene sólo dos opciones excluyentes entre sí. Por eso es que, por ejemplo, se humilla a las mujeres musculosas o a los varones que se depilan: hay que encajar completamente en la categoría, no existen puntos intermedios. ¿Cómo miramos a las personas que salen de esos moldes? ¿Hacemos chistes, comentarios o burlas a otrxs por no adecuarse a estos moldes? Usamos señales de género para hacer inferencias sobre otras personas, y empezamos a tratar a la gente dependiendo de esos estereotipos rígidos que son diferenciados. Tratamiento diferenciado que no tiene una base biológica sino cultural. (generalmente en torno a desigualdades y no a diferencias). Que seamos diferentes en algunos aspectos, no significa que hay algo mejor que otro, sino diferente. Por lo tanto, el género puede verse como un sistema de clasificación social que influye en el acceso al trabajo, a espacios de decisiones y a los recursos. A nivel social sentimos presiones para encajar con "lo que deberíamos ser" en relación a los estereotipos de género. Es ahí cuando los estereotipos se vuelven mandato.

En un estudio realizado en University College London, analizaron un conjunto de datos de 3.5 millones de libros de ficción y de no ficción, todos publicados en inglés entre 1900 y 2008. Estudiaron las formas en que el lenguaje es utilizado para describir a los hombres y a las mujeres. En este estudio se halló que existen diferencias significativas entre las descripciones de sustantivos masculinos y femeninos, y que estas diferencias se alinean con los estereotipos de género: los adjetivos positivos utilizados para describir a las mujeres se relacionan con mayor frecuencia con sus cuerpos que los adjetivos utilizados para describir a los hombres.

Esta investigación refleja lo que sucede en nuestras conversaciones cotidianas. Con mayor frecuencia, cuando hablamos de algo positivo referido a una mujer tiene que ver con su cuerpo. En cambio, cuando es referido a un varón tiene que ver con su comportamiento y no de si son “lindos” o no “lindos”. Los adjetivos más utilizados para describir en ficción a un varón son: “valiente” “de confianza” mientras que los más usados para describir a una mujer, son: “hermosa” “sexy”. Como reflexiona la critica social feminista Nita McKinley: “Las sociedades occidentales construyen una dualidad entre cuerpo y mente, y las mujeres están asociadas con el cuerpo y los hombres con la mente, siendo la mente y los hombres más valorados que el cuerpo y las mujeres.” Se nos anima a las feminidades a centrarnos en cómo nos vestimos, peinamos, maquillamos y otros factores relacionados con la apariencia. Somos elogiadas por nuestro aspecto y juzgadas por cómo nos vemos ante lxs demás. Aprendemos a observar nuestro propio cuerpo desde esta perspectiva, como objetos que se deben observar y evaluar, nos genera dependencia a la aprobación de lxs demás. Diversos estudios muestran la relación de la vigilancia corporal y la vergüenza corporal con los trastornos alimentarios, riesgos asociados a la salud mental, como la depresión, la ansiedad y el aislamiento social. Las exigencias estéticas no son las mismas para todxs, y esta es una forma más que da cuenta de las desigualdades de género que prevalecen en nuestra sociedad.

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