
Femicidios en Argentina: a 10 años de NiUnaMenos, estas son las cifras que duelen
Las cifras de femicidios son alarmantes y desmienten la idea de que la violencia de género es un problema superado. Se busca deslegitimar el reclam, pero los datos confirman una realidad: en Argentina, vivir sin miedo todavía no está garantizado.
22 de diciembre de 2025

Violencia de género: la importancia de terminar con el avasallamiento a las mujeres. - Créditos: Getty
Pese a años de lucha, conquistas simbólicas y avances en políticas públicas, la violencia de género en Argentina sigue siendo una herida abierta. A una década del primer Ni Una Menos, los números no bajan de forma significativa y cada semana nos recuerda que no se trata de “casos aislados”, sino de un patrón social que persiste.
En medio de esa realidad, emergen discursos que intentan desactivar el reclamo: “las feministas se pasaron tres pueblos”, “esto se politizó”, “es una exageración”. Una idea que intenta deslegitimar los reclamos por igualdad y seguridad con el argumento de que la agenda de género “ya cumplió su ciclo”. Pero mientras se discute si la violencia de género “todavía es un tema”, hay un asesinato por motivación de género cada 36 horas.
No es una exageración: es la realidad. El 2025 muestra que la violencia se recrudece, se transforma y se entrelaza con otros fenómenos —crimen organizado, redes digitales, precarización—. Las estadísticas son el espejo de una sociedad que aún no logra garantizar lo más básico: el derecho a vivir sin miedo.

Volver a la empatía: un hombre escribe sobre violencia de género - Créditos: Gentileza
Este año volvió a poner en evidencia una verdad incómoda: la violencia de género en Argentina no se detiene. Entre el 1° de enero y el 30 de octubre de 2025 se registraron 208 casos en nuestro país, de los cuales 174 fueron femicidios directos, 23 femicidios vinculados, 3 travesticidios y transfemicidios y 8 instigaciones al suicidio, de acuerdo con el relevamiento de la asociación civil Ahora Que Sí Nos Ven. A diez años de la masiva movilización por Ni Una Menos del 3 de junio de 2015, en la Argentina hubo al menos 3027 femicidios, travesticidios y transfemicidios. “Si bien en estos 10 años los asesinatos por motivos de género no han registrado variaciones significativas, podemos inferir que los femicidios ocurren con mayor frecuencia en contextos de crisis económica, donde se profundizan la pobreza y la desocupación, impactando de manera diferenciada en la vida de las mujeres y personas LGBTIQ+”, afirma Raquel Vivanco, fundadora de la asociación.
No son estadísticas aisladas: son historias truncas, familias devastadas y un sistema que sigue fallando en su deber de prevenir. El patrón se repite con precisión dolorosa: la mayoría de las víctimas conocía a su agresor; los crímenes ocurrieron en contextos íntimos, muchas veces dentro del propio hogar; en el 17% de los casos, hubo denuncias previas o señales de alerta que no fueron atendidas; y el 10% tenían medidas de protección al momento de ser asesinadas, confirmando la ineficacia del sistema de administración de justicia, que carece de perspectiva de género para protegerlas. “El Estado profundiza las violencias estructurales al aplicar políticas de ajuste, precarización y exclusión que afectan desproporcionadamente a mujeres y diversidades, dificultando la autonomía económica necesaria para romper el ciclo de violencia”, agrega Raquel.
A su vez, los intentos de femicidios tienen una frecuencia muy preocupante, con al menos 315 casos registrados en 2025 (287 intentos de femicidios directos y 28 vinculados). Cada número encierra una ausencia. Una mujer que pidió ayuda y no fue escuchada. Una hija o un hijo que quedó sin madre. Una sociedad que, a pesar de todo, parece haberse acostumbrado al espanto.
Caso paradigmático: el triple femicidio de Florencio Varela
Una de las manifestaciones más atroces de la violencia de género de 2025 fue el triple femicidio de Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (20) y Lara Gutiérrez (15), quienes desaparecieron el 19 de septiembre y fueron halladas días después enterradas en una vivienda en el partido bonaerense de Florencio Varela.
Algunos intentaron despojarlo de su carácter de femicidio alegando que fue “un ajuste de cuentas narco”. Pero esa lectura borra la violencia de género subyacente: fueron tres mujeres torturadas y usadas como mensaje. “El patriarcado se funda en la dominación y el control de los cuerpos y vidas de las mujeres. Los discursos antifeministas refuerzan la idea de que podemos ser acosadas, castigadas o descartadas. Esa misma lógica se expresa de modo extremo en contextos de narcocriminalidad, donde el varón se impone como dueño del territorio y las mujeres, travestis y trans son convertidas en botín o mercancía”, expresa Vivanco. Sí, fue femicidio y nombrarlo así es reconocer la dimensión del acto, y no reducirlo a un “caso policial”.
Otra reacción tristemente conocida y que vimos en este caso, fue culpar a las víctimas: “¿qué hacían ahí?”, “¿con quién se juntaban?”, “algo habrán hecho”. Esa mirada traslada la responsabilidad del crimen al lugar equivocado. “Este caso puso en evidencia la falta de oportunidades y de políticas públicas que protejan a las jóvenes, siendo casos que se enmarcan en contextos de narcocriminalidad”, sentenció Vivanco. Según datos del INDEC, 1 de cada 5 mujeres jóvenes que busca trabajo no lo consigue (19,2%). “Los medios muchas veces reproducen la pedagogía de la crueldad, en donde la espectacularización de la violencia contra las mujeres insensibiliza, naturaliza las agresiones y estigmatiza a las víctimas. Así se refuerza la idea de que hay ‘buenas y malas víctimas’ y se desvía la mirada del agresor”, agregó la fundadora de Ahora Que Sí Nos Ven. No hay elección de vida, ni contexto, ni error que convierta a una mujer en culpable de su propia muerte. Culpar a la víctima no solo perpetúa el machismo: lo legitima.
La transmisión en vivo para un grupo de personas habla de la exposición y deshumanización como síntomas de época. ¿Qué sociedad estamos construyendo si la violencia contra las mujeres se vuelve contenido mediático?
Violencia digital

Violencia digital: ¿cómo canalizamos la bronca emocional? - Créditos: Getty
En un mundo hiperconectado, la violencia hacia las mujeres también adopta formas digitales que no son menos reales por no dejar marcas físicas. El caso de la influencer y comediante argentina Juli Savioli, quien contó en Colorama que usaron sus fotos y, mediante inteligencia artificial, crearon versiones desnudas para pornografía no consentida, es un ejemplo claro de cómo la tecnología puede ser arma de agresión y muestra hasta dónde puede llegar esta nueva frontera de la violencia.
Según un estudio de ONU Mujeres y la UIT, el 65% de las mujeres y niñas usuarias de redes sociales ha sufrido acoso, amenazas o difusión no consentida de imágenes. En Buenos Aires, el 73% de las denuncias por violencia digital proviene de mujeres.
El daño no es menor por no ser físico: se vulnera la intimidad, la reputación, la salud mental y la sensación de seguridad. Que la imagen de una mujer sea manipulada y distribuida sin su consentimiento no es un “juego de Internet”, es una agresión basada en género, que busca humillar, controlar y silenciar. No hay que quitarle gravedad, el entorno online es parte del entorno real y el Estado, la sociedad y las plataformas deben protegerlo. Desde la fundación Bellamente (@bellamenteorg), revelaron que los deepfakes de tipo sexual representan alrededor del 96% de los contenidos detectados y la mayoría son contra mujeres, lo que perpetúa la idea de que el cuerpo y la sexualidad femenina son propiedad pública y refuerza la violencia simbólica y cultural.
El caso de Julieta Prandi

Julieta Prandi, visiblemente conmovida, abraza a su papá tras la condena a su exmarido - Créditos: Fabián Marelli, LA NACION
El 13 de agosto de 2025, tras más de cinco años de proceso judicial, Claudio Contardi fue condenado a 19 años de prisión por abuso sexual con acceso carnal reiterado, violencia psicológica, económica y amenazas contra su exesposa Julieta Prandi. En el juicio, la conductora relató que Contardi ejercía control absoluto sobre su vida, la humillaba, retenía su documentación y usaba a sus hijos como herramienta de manipulación. El caso interpela a fondo: ¿por qué una mujer debe atravesar tanto dolor y exposición para ser creída? La condena representa una victoria tardía, pero también una señal de esperanza para quienes siguen esperando ser escuchadas.
Apología de la violencia
En octubre circuló en Internet el video de un grupo de jóvenes del streaming Chai TV donde afirmaban que el consentimiento es “injusto” y cuestionaban el NO es NO, planteando que si una mujer decía que no y ellos que sí, ¿por qué debía primar la decisión de ella? Eso no es una opinión: es apología de la violación. Como dicen desde Ahora Que Sí Nos Ven, “es la expresión más cruda de una cultura que sigue creyendo que el deseo de las mujeres es un obstáculo y no una condición”.
Por su parte, Raquel agrega: “La violencia de género y los femicidios representan una problemática del orden estructural y cultural que busca el “disciplinamiento” de las mujeres y disidencias sexogenéricas (...) para que existan, antes tiene que haber todo otro entramado de violencias naturalizadas y aceptadas socialmente”.
Nos salvan las amigas

Lourdes, una ex Bandana, víctima de violencia de género: su historia abrió la reflexión sobre el lugar de las amigas. - Créditos: Archivo LN
El caso de Lourdes “Lowrdez” Fernández, ex integrante de Bandana, volvió a poner en el centro la importancia de las redes de afecto en la lucha contra la violencia de género. Su amiga y compañera de grupo Lissa Vera decidió denunciar a Leandro García Gómez, exnovio de Lourdes, luego de perder contacto con ella y temer por su seguridad. “Prefiero a mi amiga enojada y viva antes que muerta y contenta”, dijo, en una frase que se volvió símbolo de esos días.
En un mundo que muchas veces premia el individualismo y la indiferencia, el gesto de una amiga que ve, que se anima, que actúa, puede salvar una vida. Quien atraviesa una situación de violencia suele sentirse sola, confundida o incluso culpable. El aislamiento —esa estrategia tan común de los agresores— corta lazos, apaga alertas y vuelve invisible lo que pasa puertas adentro.
Por eso es vital mirar y escuchar: notar si una amiga cambia su comportamiento, si se retrae, si evita hablar de su pareja, si se aísla. Una pregunta puede ser una cuerda. Una charla puede abrir una puerta. Una denuncia puede detener un ciclo. Como muestra este caso, la sororidad no es solo una palabra: es una red real de contención y acción.
2025 EN NÚMEROS
En Argentina hubo:
- 208 femicidios en 2025. (174 fermicidios directos, 23 femicidios vinculados, 3 travesticidios y transfermicidios y 8 instigaciones al suicidio).
- Cada 36 hs. hay un femicidio en Argentina.
- Hubo al menos 315 intentos de femicidio.
- 17% de las víctimas había denunciado.
- Al menos 171 niños y niñas quedaron sin sus madres en 2025.
Fuente: asociación civil Ahora Que Si Nos Ven. Relevamiento realizado hasta el 30 de octubre de 2025.
A 10 años de Ni Una Menos: por qué el feminismo sigue siendo una resistencia clave en Argentina, por Lucía Cavallero
Hace una década, el grito de Ni Una Menos irrumpió en las calles como una conmoción colectiva que transformó la sensibilidad social frente a las violencias por razones de género. Lo que hasta entonces se relegaba al ámbito privado se convirtió en un problema estructural, urgente y público, que interpeló no solo al Estado, sino a toda la sociedad. Aquel 3 de junio no fue solo una marcha masiva: fue el inicio de una movilización feminista que no se ha detenido. Durante estos diez años, el movimiento se organizó en asambleas donde confluyen colectivos, partidos políticos, sindicatos, organizaciones territoriales y personas no organizadas. Esa forma de construcción horizontal nos permitió sostener un proceso político que fue capaz de adaptarse, crecer y complejizar sus diagnósticos. Así, la violencia económica, la precarización laboral, las brechas salariales y el endeudamiento de las mujeres se incorporaron a la agenda del movimiento como formas estructurales de violencia de género. No es casual que hoy seamos blanco de ataques. Las nuevas derechas han identificado dónde está una de las principales resistencias a sus políticas de ajuste, represión y concentración de la riqueza: en los movimientos feministas y de las diversidades. No nos atacan por nuestros errores, sino por nuestros aciertos. Porque fuimos quienes dijimos que no hay justicia social posible sin igualdad de género y señalamos que no puede haber democracia sin las voces de quienes históricamente fueron silenciadas. En la Argentina actual, ese ataque se expresa con crudeza: derogación de moratorias previsionales que afectan a nueve de cada diez mujeres en edad jubilatoria, desfinanciamiento de políticas públicas de cuidado y una narrativa de odio que busca disciplinar la protesta social. Esto, sumado a la exaltación del odio reinante y al intento de borrar definitivamente la figura de femicidio. A diez años de aquel primer grito, seguimos luchando más decididas que nunca.
Socióloga y miembro del colectivo Ni Una Menos. @lucicavallero.
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