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Fin de año y los objetivos sin cumplir

¿A dónde van a parar los objetivos que no pudimos cumplir?, se pregunta nuestra columnista Beta Suárez


Fin de año invita a revisar los objetivos que no pudimos cumplir.

Fin de año invita a revisar los objetivos que no pudimos cumplir. - Créditos: Getty



Somos fin de año

Arrancamos oficialmente la temporada alta de buenos deseos, campanitas, despedidas, cierres y choques de copas. En lo personal, como de todo eso aprendí a hacer solo lo que se me cante y casi siempre lo logro, es una época que me gusta. Sin embargo, reconozco que en este combo intenso viene también una especie de mandato, del último ítem de la lista anual para tachar que nos cuesta ignorar: el balance.

Aunque quiera escaparle, sé que habrá un momento durante diciembre en el me encontraré balanceándome. De un lado el disfrute; del otro, el abismo.

Hacer un balance de fin de año, creo, tiene que ver con intentar lograr el equilibrio entre la ganancia y la pérdida, como para que los 12 meses que pasamos no nos pesen en los hombros, en los párpados y en los músculos como si hubieran durado un siglo. Ese afán es comprensible y a nadie se le puede abrir juicio por tocar un poquito los números para que la cosa cierre.

 

Es que incluso en la peor tormenta, mi abrazo para quienes están ahí, seguro hay, si podemos detenernos a mirar, algo para palmearnos el hombro o para felicitarnos honestamente. Y lo mismo, por el contrario, en los tramos que parecen de pura luz seguro hay zonas oscuras que nos arruinan el promedio. La vida misma, claro.

Pero, digamos todo, diciembre nos apura a evaluar y a celebrarnos y puede que no tengamos ganas, que nos comparemos dolorosamente con otros y que nos cerquen, con la claustrofobia del caso, los fantasmas de los balances de fin de año: los objetivos que nos pusimos en ese enero despreocupado, eufórico y liviano, que no cumplimos y que, con lo que queda del calendario en la mano, ya sabemos que no vamos a poder cumplir.

Dudas de diciembre

¿A dónde van los objetivos esos de los resultados que no supimos conseguir?

¿Pasan, automáticamente, al año que sigue, así, como están, ajados porque los venimos arrastrando?

¿Se vencen, como el calendario, y nunca más podremos volver a hacerlos nuestros porque ya tuvimos nuestra oportunidad y no estuvimos a la altura?

¿Pesan más que los logros? ¿Quién dice?

¿Se quedan con nosotros para siempre como castigo por no haberles prestado la suficiente atención?

Ojalá no vayan a ese sitio avinagrado de las frustraciones.

Tiene que haber otra opción.

Cuestionemos todo

Ojalá podamos, si es que un día nos levantamos y nos están mirando de frente, cuestionarlos y cuestionarnos. Son nuestros, nada puede, en verdad, impedírnoslo.

Para empezar, deberíamos discutir la necesidad de hacer el balance ahora mismo si no tenemos ganas o no nos dan el alma o la agenda.

También podríamos poner en duda el límite temporal, que total después del último día del año viene el primero del que sigue y hay que levantarse, lavarse los dientes y seguir andando. ¿Qué cambia?

Y, sobre todo, las invito a que cuestionemos el objetivo en sí. Tal vez ya no nos pertenece ni nos entusiasma. O simplemente tenía que esperar a que termine el año para que, de verdad, sea su momento.

Aquello que no pudimos se merece la misma mirada amorosa que tenemos para los dolores de la gente que amamos.

Que podamos, colegas, que podamos.

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