Cómo el cáncer cambió su vida: se transformó en artista del bordado
Se dedicó a la producción de artistas durante 35 años, en 2019 le diagnosticaron cáncer y encontró en el bordado el rescate creativo que necesitaba. Hoy triunfa con obras textiles que tienen como protagonista a una técnica ancestral japonesa.
12 de mayo de 2024
Débora Staiff atravesó un duro tratamiento para superar el cáncer y las piedras que encontró el camino le valieron la oportunidad de dar un giro absoluto en su vida - Créditos: Nora Lezano
Débora Staiff jamás imaginó que su destino traía como sorpresa la de convertirse en una artista. Después de más de 35 años de trabajo como productora ejecutiva y creativa, precisamente, de artistas, a ella nunca se le pasó por la cabeza que el bordado y una técnica japonesa que la sedujo cambiarían por completo su vida luego del cáncer de mama que tuvo en 2019.
Criada en un ambiente interesado por el arte y la cultura, su padre fue director del Teatro San Martín en tres ocasiones, Débora se interesó primero por la sociología, aunque un llamado desesperado de su padre torció sus planes y ya no hubo otro asunto que le interesara más que dedicarse a la producción.
“En un momento, mientras estaba estudiando sociología, mi papá me preguntó si por favor podía ir a ayudarlo porque se había quedado sin productora para una obra. Y ahí fue amor. Me metí a trabajar en producción y no paré”, cuenta Débora que, durante la segunda quincena de mayo, presenta “De crisálidas y vuelos de mariposa”, su primera muestra de arte textil en la Argentina que se realizará en el Museo Nacional de Arte Oriental.
Una oportunidad para el cambio
La experiencia laboral de Débora demuestra la pasión por el trabajo y también por el arte, aunque siempre como medios de expresión para otros y nunca para ella. A lo largo de más de tres décadas se dedicó a la gestión cultural, a la producción creativa de artistas y de espectáculos, así como también al desarrollo internacional de artistas. Entre sus trabajos más destacados, Débora ha sido creadora y productora general del BAFICI.
Todo tuvo que interrumpirse cuando en 2019 fue diagnosticada con un cáncer de mama que le llevó 16 sesiones de quimioterapia de tratamiento. “En ese momento, me dedicaba a la difusión de artistas y viajaba prácticamente seis meses al año. El tener cáncer fue un límite pero yo ya venía pensando algunos cambios porque el ritmo de vida que tenía no me hacía feliz”, asegura Débora que no podía imaginar lo que le esperaba en el codo del camino.
La técnica del sashiko es originaria de Japón y tiene más de 800 años de historia - Créditos: Lucrecia Esteban
El encuentro con el sashiko
Como una forma de pasar el tiempo del tratamiento, volvió a bordar, una actividad que aprendió de chica con su tía y su mamá. A su vez, el límite de la enfermedad la llevó a repensarse como una forma de encontrarle sentido a los días: “En ese momento pensé, ‘ya que me detengo y tengo que pasar por este tratamiento durísimo, quiero esta oportunidad para pensar quién soy. Las sociedades occidentales confunden el hacer con el ser y ante una enfermedad de este tipo me pregunté quién soy, no qué hago’”, señala Débora y también agrega que ella quería poner el cuerpo en algo que le diera placer en cambio de tenerlo sólo a disposición de la medicina.
“El bordado siempre estuvo ahí pero nunca fue un recurso de expresión que tuviera en cuenta para mi vida. De hecho, estudié música ocho años y hubiera pensado que mi lugar natural habría estado ahí para hacer arte”. Su regreso al bordado tuvo que ver con una búsqueda de querer hacer algo y no saber qué.
Por esos días, una amiga le mostró unos textiles que estaban decorados con un bordado particular, diferente al occidental que ya conocía. Se trataba de una técnica oriental llamada sashiko que la enamoró. “Me puse a guglear profesores que enseñaran ese método y encontré a la que todavía sigue siendo mi maestra. Lo que me fascinó de esta técnica, que tiene más de 800 años de historia, es que contempla el error y lo incorpora al patrón bordado. Para mí ese concepto fue un cambio sustancial en la vida porque vivimos en una sociedad que niega el error”.
Sólo a una determinada distancia puede observarse el paisaje entero en la obra - Créditos: Lucrecia Esteban
Bordar se le reveló a Débora como un espacio de expresión personal que tomó con la misma pasión que la producción en su vida. A la vez, mientras daba sus primeros pasos en el sashiko, cumplía con su tratamiento y realizaba una caminata al día siguiente de la aplicación. “El médico me dijo que tenía que hacerlo porque las drogas generan una especie de cansancio irreal en el cuerpo y que la única forma de contrarrestarlo es moverlo. En estos paseos, tomé la decisión de materializar cada una de estas sesiones con una piedra tomada del camino con la ilusión de volver a viajar y dejarlas en distintos lugares para despojarme de eso”. Aquella sería la inspiración primera para la obra que próximamente mostrará al público.
Una vez superado el cáncer, después de la pandemia volvió a trabajar y a viajar y comenzó con el proceso de soltar las piedras en cada lugar que visitaba. El proceso se convirtió en un ritual: elegía el lugar donde lanzarla, sacaba una foto y escribía un texto corto. Este material lo fue publicando en redes sociales, donde tuvo miles de interacciones.
Vivir del arte
Para ese momento, Débora ya había decidido que quería hacer obra de sashiko para vender. Le mostró su trabajo a una amiga coleccionista que le preguntó qué quería hacer con eso y ella le respondió: “Si yo pudiera trabajar de vender mis obras y vivir de esto sería una persona feliz”. Y fue pronunciarlo para que se hiciera realidad. Se presentó en la feria BADA 2022 (Buenos Aires Directo de Artista) donde vendió la mitad de lo que llevó y a través de las redes se armó otro movimiento de clientes.
Luego, conoció a una curadora de arte canadiense que le ofreció hacer su primera muestra allá. Mientras tanto, Débora no dejaba de despojarse de las piedras y los paisajes donde las lanzaba se fueron convirtiendo en imágenes pixeladas para formar patrones de bordado que son los que ella gestionó el dolor de la enfermedad.
Al acercarse al textil, se ve el trabajo de bordado compuesto por diferentes patrones y secuencias - Créditos: Lucrecia Esteban
“Desde hace cinco años, cuando aprendí la técnica del sashiko, no dejé de bordar ni un solo día. Lo necesito porque es un proceso de creación, pasó de ser un método para convertirse en un sistema de expresión personal a través del hilo y de la aguja”.