Pañales ecológicos: creó un producto práctico, sustentable y fácil de usar
Cuando nació su hija, Paula Slatapolsky empezó a usar pañales de tela. Como le funcionaban, armó una marca para venderlos. A pesar de sus esfuerzos ecológicos, había algo que no terminaba de cerrar. Así que decidió mudarse a una ecoaldea en el medio del monte cordobés para vivir de modo sustentable.
4 de octubre de 2022
Paula Slatapolsky se mudó con su hija a una ecoaldea en Córdoba.
Paula Slatapolsky descubrió los pañales de tela cuando estaba embarazada. Su hermana le había pasado uno que le habían regalado, pero ninguna de las dos sabía del tema. En esa época, apenas había un grupo de Facebook donde se reunían algunas madres que los utilizaban. Pero en el imaginario aún rondaban esos bombachudos o paños que usaban las abuelas y lavaban a mano. "Si vos tenés o estás desarrollando una conciencia sobre tus residuos y tu consumo, seguramente cuando seas mamá te resuene el pañal de tela. Los de plástico generan un montón de basura. Pero cuando nació mi hija me reolvidé. Se me fue de la cabeza", confiesa Paula.
Sin embargo, a los seis meses, retomó la idea. En ese momento, Paula trabajaba en un e-commerce de importaciones y, mientras se familiarizaba con el producto en casa, testeaba pañales de afuera. "De a poco empecé a aprender. Lo primero que me di cuenta fue la poca información que había al respecto. Veía que solo los usaban un nicho de mamás y yo quería otra cosa", recuerda. Así, en 2017, nació Titi tela, un emprendimiento de pañales de tela que busca que su uso sea fácil y práctico, incluso para las mamás que están todo el día en la oficina.
Creó un emprendimiento de pañales de tela para llevar una vida más sustentable.
La vida previa
Los últimos quince años Paula vivió a media cuadra de Avenida Corrientes. Toda su vida fue muy citadina, pero cuando comenzó a acercarse a prácticas más espirituales se dio cuenta de que había algo de la ciudad que le hacía ruido. "Una vez un amigo empezó a hablar de que la ciudad es una maqueta y a mí eso me estalló la cabeza. No vivimos con el mundo, sino arriba del planeta. Cuando me dijeron esto de la maqueta que genera basura, la tira y la hace desaparecer solo de nuestros ojos fue una revolución en mí", explica.
En ese grupo de amigos, algunos decidieron fundar en 2012 Umepay, a veinte minutos de Villa Yacanto, Córdoba. Nació como una comunidad sustentable que creció orgánicamente gracias al entusiasmo de sus fundadores que tuvieron un propósito claro: formar un espacio de conciencia.
Así fue que Paula conoció el lugar y se enamoró. Empezó a ir y venir, a trabajar como voluntaria en la hostería de Umepay y a "probar la vida" allá. Durante unos meses alquiló su casa en Buenos Aires y se instaló en Córdoba. Pero cuando conoció al papá de su hija volvió a la ciudad. Pasó el parto y el puerperio cerca de su familia, pero dos años después y con su proyecto de pañales ya en marcha sentía que necesitaba otra cosa.
Ella había estudiado Letras y fotografía y aprovechó los meses de licencia para estudiar marketing digital. "Sin querer, me fui acercando a cómo sería mi vida con un proyecto digital, que me permitiera vivir en cualquier lado", cuenta. "Desde antes de ser mamá tenía un deseo profundo de vivir en la naturaleza y mi hija fue lo que me terminó de disparar. Eso también es algo de la maternidad, porque trae una tierra y una inmediatez que hacés todo ahora".
Vivir, trabajar y criar en una ecoaldea
Paula vive en la ecoaldea Umepay y lleva adelante su emprendimiento de forma online.
Pocos meses antes de la pandemia, Paula -recién separada- decidió dejar la ciudad y se mudó con su hija a Umepay. Vivieron casi un año en un tráiler, hasta construir su propia casa. Se suma a la ecoaldea. "Todo cerró y yo hacía unos meses había empezado con Titi. Fue un desafío, porque mis despachos los hago en Buenos Aires, pero tenía que armarse y se armó", señala.
Con apenas más de cien personas que viven allí, Paula siente que encontró su lugar. Y también encontró un lugar para criar a su hija, que comenzó en una escuela rural y hoy va a una escuela Waldorf, que crearon entre los padres de la ecoaldea.
Umepay hoy es un lugar de referencia para quienes desean un modo de vida alternativo, conectado con la naturaleza y en un espacio social comunitario. "Vivimos muy conectados con la naturaleza, porque a todos nos interesa experimentar una forma de habitar la naturaleza de forma respetuosa, cuidando los elementos y cuidando lo que hacemos con lo que consumimos. Le prestamos atención a dónde van las aguas negras de nuestra casa, qué tipo de construcciones hacemos, de qué forma impactan en el lugar en el que vivimos", asegura.
Si bien el propósito de esta ecoaldea fue mutando, la sensación de comunidad persiste. "Es tener una sensación de saber con quién vivís y encontrarte con diferentes personas, con diferentes objetivos de vida. Es comunitario en la sensación de cooperación. Yo me vine como mamá soltera a vivir en un tráiler. Sin embargo, aprendí acá que no es hacer la tuya sola. A veces necesitás ayuda y es aprender a pedirla y recibirla. Umepay te desafía en todo eso, vos qué podés solo, cómo cooperás con los demás, qué te inspira de los demás. Yo siento que tiene que ver con mucho de la sensación de comunidad y de ir hacia un lugar juntos", concluye.