
“Soy Rawan Andsela, tengo 22 años y vivo en un refugio en Gaza con mi hija”
En el día de su cumpleaños, Rawan Andsela comparte su testimonio desde un campamento de desplazados en Gaza, donde vive con su beba en condiciones extremas. Una historia de supervivencia, maternidad y esperanza en medio del conflicto.
7 de agosto de 2025 • 15:08

“Soy Rawan Andsela, tengo 22 años y vivo en un refugio en Gaza con mi hija” - Créditos: Gentileza
Desde hace más de nueve meses, la Franja de Gaza vive una de las crisis humanitarias más graves de su historia. Con hospitales bombardeados, escasez extrema de alimentos, agua y atención médica, cientos de miles de personas desplazadas sobreviven en refugios improvisados. En este escenario, Cecilia Alemano recupera la voz de Rawan Andsela, una joven madre de 22 años que, junto a su hija de un año y medio, enfrenta cada día con resiliencia desde un campamento en el sur de Gaza. Su relato, íntimo y doloroso, expone la realidad de quienes resisten en silencio.

La Franja de Gaza vive una crisis humanitaria desde hace varios meses. - Créditos: Gentileza Rawan Andsela
Hola, soy Rawan Andsela. Hoy es mi cumpleaños número 22. Les escribo desde un refugio en Gaza, donde vivo con Seela, mi hija de un año y medio. Su papá, Muhammad, está en Grecia y todavía no la conoce.
Nos casamos en un matrimonio tradicional. El amor nació y creció entre nosotros. Vivimos días maravillosos juntos. Después de siete meses, quedé embarazada y los dos estábamos muy felices, llorando de alegría. Cuando estaba en el tercer mes, Muhammad decidió viajar al extranjero para trabajar porque no había un trabajo ni un salario adecuados en Gaza, así que vivíamos en la casa familiar, en una sola habitación. Me dijo que quería trabajar y ahorrar para que pudiéramos construir nuestra casa y darle una vida mejor a nuestra hija. Viajó el 24 de septiembre de 2023. Yo me sentía triste, pero le pedí a Dios que le diera éxito en la vida.
Dos semanas después, me estaba vistiendo para ir a la universidad —estaba en tercer año de Administración de Empresas— y ocurrió el gran desastre. A partir del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás hizo el atentado terrorista, mi vida dio un giro de 180 grados.
No solo no pude terminar la carrera. Ya tampoco podía hablar con Muhammad o mis padres. No sabía nada de ellos, ni ellos de mí. Si estaba viva o muerta. Después de tres meses, volvió el internet, pero era muy débil. Cuando escuché la voz de mi esposo por teléfono, lloré mucho. Sentí que la vida seguía siendo buena. Él intentaba cambiar mi estado de ánimo, hacerme más fuerte y animarme.
Estaba en el noveno mes de embarazo y llegaron los dolores de parto. El 16 de marzo de 2024, mi madre, Umm Muhammad, y yo fuimos a dar a luz a Seela. Entonces, alabado sea Dios, ella vino a la Tierra sana y salva. Cuando terminé de dar a luz, empecé a gritar con fuerza: "¡Muhammad, esta es Seela, oh Muhammad!", llena de alegría. Cuando Seela llegó a mi vida, iluminó mi corazón. Su papá, al verla por primera vez por teléfono, lloró de alegría y deseó estar conmigo. Regresó a Egipto y permaneció allí siete meses, pero el cruce no se abrió, así que regresó a Grecia. Después, nos desplazaron de nuestra casa a una tienda de campaña, donde vivimos.
Nuestros días en el refugio

Nuestros días en el refugio - Créditos: Gentileza Rawan Andsela
Seela y yo nos despertamos a las 7 de la mañana. Enciendo una fogata con la madera que encuentro para preparar el desayuno con los ingredientes disponibles, ya que no hay leche, verduras, frutas ni huevos. Los nutrientes son casi inexistentes, sin exagerar. Con suerte encontramos harina. Es muy difícil conseguir comida. La ayuda que traen a esta zona es escasa en comparación con la ciudad, pero nosotros tampoco la recibimos. Hay ladrones y bandidos que detienen los camiones de ayuda, los roban y nos la venden a un precio exorbitante. Imaginen el precio de un solo higo: 2 dólares. Un huevo, ocho dólares. El precio de un kilo de papas ha superado los 30 dólares. El kilo de harina sale 50 dólares. Son precios que no podemos permitirnos. Trato de amamantar a Seela, pero no es suficiente, y el doctor me dijo que tiene osteoporosis. Yo estoy desnutrida.
Preparo el agua que quiero, ya sea fresca —para bañarnos— o salada, para lavar la ropa y los platos. El agua llega en un cargamento. Hacemos fila todos los días para traer el agua que necesitamos. El agua salada llega una o dos veces por semana, así que llenamos las ollas y los cubos, y así sucesivamente. Hay días en que no tenemos agua fresca ni provisiones.
Limpio mi humilde tienda y nos sentamos, e intento jugar con mi hija con cualquier cosa que la distraiga del miedo que nos rodea. Y nos quedamos así, algo aburridas y asustadas hasta la hora del almuerzo, y así el resto del día. No hay cena. Intentamos reducir nuestras comidas lo más posible para que la comida enlatada que tenemos sea suficiente. Me siento feliz y disfruto cuando algún familiar o amigo viene a visitar mi tienda. Creo que esto cambia nuestro ánimo sombrío. A veces voy a visitar a mis padres, que también viven en tiendas de campaña. El transporte es muy caro, así que no puedo verlos seguido.

Nuestros días en el refugio - Créditos: Gentileza Rawan Andsela

Nuestros días en el refugio - Créditos: Gentileza Rawan Andsela

Nuestros días en el refugio - Créditos: Gentileza Rawan Andsela
Una razón para seguir

Nuestros días en el refugio - Créditos: Gentileza Rawan Andsela
Nuestra infancia fue testigo de muchas guerras —la peor fue en 2008—, pero, a pesar de ello, estudiamos en escuelas y nos graduamos. Hoy no hay lugar seguro en Gaza. Hasta los hospitales están siendo bombardeados por el gobierno de Israel. La casa de mi familia, donde crecí, ya no existe. Tengo hermosos recuerdos de mi infancia allí.
Hay días en que quiero morir, pero tengo una razón que me mantiene en pie: mi hija. Me avergüenzo ante el mundo al pedir dinero, pero me veo obligada a hacerlo. Creé una cuenta en Chuffed porque no hay fuente de ingresos en este horror. Espero que puedan ayudarme y así aliviar mi sufrimiento y el de Seela.
La situación en Gaza según la ONU

La situación en Gaza según la ONU - Créditos: Gentileza Rawan Andsela
Con el 96 % de los hogares sin agua potable, muchos niños desnutridos no sobreviven lo suficiente como para recibir atención hospitalaria. James Elder, portavoz del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), declaró en una rueda de prensa en Ginebra: "Cuando llegan alimentos que sustentan a 30.000 niños, todavía hay 970.000 niños que no reciben lo suficiente. Es una gota en el océano".
Miles de toneladas de ayuda permanecen atascadas justo en las afueras, mientras los retrasos burocráticos y la falta de acceso seguro siguen bloqueando la distribución. A medida que aumentan los niveles de desnutrición, el sistema inmunitario de los niños se debilita, lo que dificulta su desarrollo y crecimiento a largo plazo.
El personal sanitario continúa operando bajo extrema presión y escasez. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó 46 casos de síndrome de Guillain-Barré en julio, incluidos dos muertos. Esta afección del sistema nervioso se ha relacionado con un sistema inmunitario debilitado, mala nutrición e infecciones relacionadas con la higiene.
La situación de las mujeres embarazadas y lactantes es igualmente alarmante. El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) indicó que el 40 % de las mujeres embarazadas o lactantes sufren desnutrición severa, con un aumento de las muertes de recién nacidos y mortinatos.
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