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Valentina Luna, la única ciclista argentina que llegó al mundial de pista

Un nena se quiere subir a una bicicleta, lo que parece una historia corriente desemboca en una pasión por llevar el cuerpo al límite. Cómo es la historia detrás de los podios de una ciclista de elite.


Valentina Luna, ciclista

Valentina Luna, ciclista - Créditos: Gentileza



Esta es la historia de una nena de 4 años que un día dijo: “Yo también quiero intentarlo, ¿por qué no voy a poder?”. Tiene un papá ciclista, una mamá que fue ciclista y un abuelo que también fue ciclista. Incluso su hermano, Gerónimo, de 9 años, estaba empezando a correr en bicicleta. Esa nena se llama Valentina Luna. “Nos pidió largar una carrera”, recuerda Daniel, su padre. “Era una vuelta al velódromo, de 800 metros, tenía una bici común, de nena, no de carrera. Valen -como le dicen todos- era muy chiquita y rellenita en esa época. Nos sorprendió a todos cuando ganó”.

Daniel fue un ciclista de renombre en la zona. Según comentan los entendidos, tenía un embalaje en los últimos 400 metros fuertísimo. Daniel también es bicicletero, así que metió mano a partes usadas que tenía de bicicletas para nenes y le hizo una bicicleta para Valentina. “Cuando empezó era un juego”, recuerda Karina, su madre. “Nosotros íbamos todos los fines de semana al velódromo porque corría Daniel. Y ella siempre estaba muy atenta a las carreras, no se le escapaba nada. Lo que Valen tiene desde siempre es pasión”.

Valentina y su mamá, Karina, hace 10 años

Valentina y su mamá, Karina, hace 10 años

Valentina empezó a correr y no paró de ganar. Campeona de pista con 9 años, campeona infantojuvenil invicta con 9, 10, 11 y 12 años, campeona argentina de ruta con 13. “Tengo muchas carreras encima: yo competía viernes, sábado y domingo. Era como respirar”, recuerda Valentina, de aquellos años. Aunque en esa época una carrera la marcó. Tenía 12 años y era la primera vez que iba a competir contra mujeres adultas.

Era en circuito largo, en Lomas de Zamora, muchas vueltas a la pista, durante una hora, muchas ciclistas de experiencia y Valentina tratando de que no la dejaran atrás, de no perder el pelotón. Muchas veces tuvo que poner toda su energía para no desprenderse del resto, pero logró llegar a la última vuelta con todas ellas.

“Cuando entramos en la recta final yo ni lo pensé y embalé, salí en punta y me separé de todas”, relata Valen. “Después, claro, me alcanzan, no sabía esperar el momento justo. Al final quedé cuarta. Pero uno siempre aprende de los errores. Fue inolvidable”.

Valentina Luna tiene hoy 19 años y es una de las dos mejores velocistas del país (junto con Natalia Vera (23) de Santiago del Estero). Acaba de regresar de los Juegos Sudamericanos (ODESUR) en Asunción y conseguir lo que muy pocos deportistas argentinos, dos medallas de bronce.

Valentina en plena competencia

Valentina en plena competencia

Pero, a no apurarse: conviene frenar la bicicleta así la historia pedalea su camino hasta hoy. “Cuando mi papá vio que lo mío no era un capricho me empezó a dar más atención”, continúa Valen. “Igual yo salía una o dos veces por semana, fue muy progresivo, papá siempre me llevó despacio. Ya a partir de los 15 fuimos buscando cada vez más”.

“Yo nunca pensé hasta dónde podía llegar Valen, pero ella siempre se lo tomó en serio. Nunca lo hizo por capricho o porque alguien más lo hacía, en sí lo hizo porque es su vida”, agrega Daniel. Juntos tienen muchísimos entrenamientos a la par. Si bien en los primeros paseos en bici, desde los 4 hasta los 6 años la acompañaba Karina o su abuelo Osvaldo: “Mi abuelo fue uno de los mejores de su época, todavía mucha gente lo sigue recordando”. Su nieta dice que a partir de los 6 ya la empezaba a acompañar Daniel. Aunque, digámoslo, no era muy sincero con ella.

Valentina con su abuelo Osvaldo

Valentina con su abuelo Osvaldo

“Valen me quería correr siempre y, bueno, yo la dejaba ganar”, confiesa Daniel. “El tema es que ella después me cuestionaba por qué no podía largar las carreras conmigo en el velódromo, si era más rápida que yo”.

Valentina siguió creciendo, se hizo adolescente, no con la misma vida que sus amigas, pero con la que ella eligió. “No creo haber dejado nada de lado por el ciclismo”, afirma Valen, ya con 19 años. Aunque también cuenta que nunca fue al boliche y que tampoco tuvo novio. “Pero no es algo que dejo de lado, es una elección. Por ejemplo, si estoy cerca de una carrera no voy a salir a pasear, no me quiero cansar antes de competir. Sé que mi vida es totalmente distinta al resto de mis amigas, pero es lo que yo elijo”.

Este último par de años Valentina se lució en mundiales y juegos panamericanos, en categoría de edad y con mayores, en Egipto y en Colombia, en México y en Paraguay. Panamericano Junior, dos medallas de plata y un récord panamericano junior de 200 metros. Juegos panamericano junior, dos bronces. Tras los entrenamientos sobre la bici fija en pandemia, las primeras salidas con barbijo empezaban a florecer en medallas. Hubo un entrenamiento en particular que no le dejó ningún premio, pero marcó la historia de Daniel y de ella.

No todo son victorias, el ciclismo es también un deporte de riesgo

No todo son victorias, el ciclismo es también un deporte de riesgo

“Hará un año y medio, Valen ya tenía 17, vamos al parque y me pide que le haga un lanzamiento”, cuenta su padre. Un lanzamiento es cuando un ciclista aumenta la velocidad y otro lo persigue pegado detrás y, aprovechando la succión, para sobre el final sobrepasarlo. Recordemos que Daniel era famoso por su fuertísimo embalaje en los últimos 400 metros. “Llegamos al tramo final que tenemos que hacer juntos y ella me grita: “¡pa, acelerá, acelerá!”, y yo ya venía a tope. Ahí me di cuenta que, o tenía que ponerme las pilas para entrenar como nunca lo había hecho para mí, o agarrar la moto. Así que agarré la moto”. Daniel tenía entonces 54 años, a partir de ese momento la ayuda en esos entrenamientos específicos arriba de su moto.

“Mi papá creo que hubiese querido tener las oportunidades de llegar a este nivel, es un apasionado del ciclismo, y ahora hace todo para que yo pueda llegar”, cuenta su hija. “Creo que con mis oportunidades él hubiese logrado lo mismo. Las condiciones físicas las tuvo, también hay que tener las ganas. Aunque a veces él es medio vago para entrenar”, bromea Valen.

Daniel y Valentina hace 15 años

Daniel y Valentina hace 15 años

Daniel es valorado en la ciudad donde vive, Lobos, no solo por su historia arriba de la bicicleta. Es un reconocido bicicletero y, por su taller, pasaron todos los ciclistas competitivos de la zona.

Muchas veces, no es fácil encontrarlo en su puesto de trabajo: golpean la puerta y nadie atiende. Que un viaje de Valentina a competir, que otro a entrenar a Buenos Aires, que una carrera de pista en Rafaela. Aunque no había presupuesto para subirse al avión rumbo a Asunción para los recientes ODESUR, la dejaron en Ezeiza y ahí nomás salieron en auto rumbo a Paraguay para poder ver cómo su hija se colgaba del cuello dos medallas de bronce.

Así lo ve Daniel: “Lo que hace que valga la pena todo lo que hago es que ella pueda ganar o no, pero nunca jamás voy a tener la duda de que dejó todo, eso es impagable, es el mayor premio al esfuerzo de uno y de ella”.

Valentina con su papá a punto de largar una carrera en Lobos, su ciudad

Valentina con su papá a punto de largar una carrera en Lobos, su ciudad

Y así lo ve Karina, su madre: “El ciclismo es duro, es tu cuerpo y vos. Valen es fuerte, creo que lo que ella necesita es tener una posibilidad de irse al exterior, sé que lo aprovecharía al máximo, porque acá es muy difícil desplegar todo su potencial". Mientras, buscan una universidad privada que facilite los estudios de la joven que, por ahora lo intenta en la UBA, pero le resulta muy complicado combinar las cursadas con los viajes.

Mientras tanto Valentina sigue pedaleando. Girando sus ruedas por los campeonatos del mundo donde puede representar a Argentina. Se destaca en la pista no solo por su velocidad, sino también por su bicicleta. En un deporte donde ya el carbono es el elemento dominante, ella es la única que sigue girando arriba de una bicicleta de aluminio.

“Es buena, para ser de aluminio es muy buena, nos la dio la marca Colner”, aclara Daniel. “Pero la verdad es que las de carbono son superiores”. El cuadro de la bicicleta que ella necesita cuesta 6000 dólares. “Sí, es mucho”, reconoce el papá. “Pero tenemos unos ahorritos, más algo que podamos llegar a conseguir, quizás llegamos. Tengo una moto ahí que si la logro vender nos podemos acercar mucho”.

Daniel y Karina, los padres de Valentina, Gerónimo y Catalina

Daniel y Karina, los padres de Valentina, Gerónimo y Catalina

Daniel cree que ya ganó: “Yo pienso que ella ya encontró, encontró un montón de cosas, una manera de vivir. Ella ya sabe cómo manejarse sola, no depende de nadie para saber lo que quiere y cómo conseguirlo. Encontró una linda forma de vivir, en cuanto lo económico sabemos que en el ciclismo nunca vamos a salvar, pero es su pasión. ¿Y eso cuánto vale?”.

Mientras tanto Valentina Luna continúa pedaleando detrás de sus sueños. “Pienso estar toda la vida en el ciclismo, aun cuando deje de competir. Mi meta sería en el 2025 lograr una medalla para Argentina en el Mundial de San Juan, eso sería la cúspide. Bueno, eso y llegar a un Juego Olímpico, quizás Los Ángeles 2028, o Brisbane 2032”. Diecinueve años y entrena pensando en los próximos diez.

Valentina Luna en la selección argentina

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