¿Por qué la generación Z no está teniendo hijos?

Para los jóvenes, lograr independencia económica demanda más tiempo que en generaciones anteriores. Acceder a un trabajo estable y a una vivienda, ya sea propia o alquilada, son objetivos que pueden afectar las decisiones con respecto a formar una familia. 

El feminismo permitió que las mujeres pudieran aspirar a ganar dinero, a ocupar lugares relevantes en los puestos de trabajo a la par de los hombres, a redistribuir las obligaciones domésticas y a tomar decisiones sobre sus cuerpos y sobre la maternidad como una elección posible. “Mujer” no es equivalente a “madre”. Las mujeres ya no necesitan ser madres para sentirse realizadas y, al derribar los mitos sobre la maternidad, pueden elegir y no seguir modelos preestablecidos.

La familia tradicional se ha transformado y existe una variedad de configuraciones que amplía el espectro conocido (familias ensambladas, monoparentales, con dos madres, dos padres, etc.). Incluso, es frecuente, la adopción de mascotas que apuntan a sustituir a los hijos u ocupan un lugar afectivo destacado en la subjetividad de las nuevas generaciones.

 

El avance tecnológico en la sociedad actual produce aceleración e individualismo como las constantes epocales que modifican los modos de existencia y de relación entre las personas. El mundo cambia de un modo vertiginoso. La incertidumbre y la liviandad son aspectos presentes así como la libertad y el acceso a la información.

La generación Z pasa mucho tiempo en múltiples aplicaciones y de manera solitaria en su propio celular.  La presencia de las redes sociales genera una ilusión de control sobre los contenidos que se consumen, cuando muchas veces “el algoritmo” induce los contenidos que se presentan y alienta el consumo adictivo.

La búsqueda de placer inmediato hace que sea más accesible estar conectado que acompañado. En este contexto la ansiedad suele ser la emoción preponderante que causa malestar.

 

A su vez, es importante reflexionar sobre las dificultades para asumir compromiso en los vínculos tanto por la presión económica como por los valores y el estilo de vida actual. Esta dificultad puede gravitar aún más para involucrarse en un vínculo de máxima responsabilidad como es el que se tiene con un hijo. 

Si bien es importante destacar el valor del desarrollo personal y la libertad de elección, existe una tendencia narcisista que puede encerrar a los sujetos en una existencia  basada en la satisfacción inmediata y en lo efímero. La sociedad del cansancio, como la denomina Byung Chul Han promueve la eficiencia y la autoexplotación dejando poco espacio para las vivencias compartidas. “No queremos atarnos a las cosas ni a las personas. Los vínculos son inoportunos. Restan posibilidad a la experiencia, a la libertad en sentido consumista.”

El vínculo con un hijo requiere tiempo, tolerancia a la frustración, capacidad de postergar lo propio para atender las necesidades de otro. Se basa en la responsabilidad, dedicación y protección, sostén emocional y económico, para que ese ser vulnerable pueda desarrollarse hacia la independencia. 

La sociedad tiene pendiente brindar las condiciones de bienestar indispensables para que las personas se desenvuelvan libremente. De este modo, quienes decidan no tener hijos, puedan hacerlo desde sus convicciones y valores buscando la realización en múltiples facetas de su vida. A su vez, los que emprendan la aventura de traer un hijo al mundo no lo vivan como una carga insoportable, sino que descubran en el cuidado de otro ser una experiencia entrañable, compatible con sus aspiraciones personales.