
Carga mental: 5 señales para saber si la tenés y cómo empezar a aliviarla
La carga mental no es solo una lista infinita de pendientes: es el peso invisible de emociones, duelos y deseos postergados que no paran en tu cabeza. Estas son las señales para identificarla y algunos caminos para empezar a soltarla.
18 de agosto de 2025 • 11:04

Carga mental: cómo manejarla - Créditos: Getty
Creés que lo que te agota es la agenda. Los calls eternos, el brief que te espera, el contrato que no terminaste de revisar, el viaje de laburo que te deja más agotada que motivada.
Y encima está lo otro: esa charla con tu hermana que quedó a medias, el comentario de tu jefe que te sigue dando vueltas, la discusión con tu pareja que te dejó angustiada, la preocupación por tu hijo aunque sabés que está bien.
La verdad es que lo que más pesa no es lo que hacés: es lo que sentís y pensás... sin parar.
La carga mental es, en el fondo, siempre carga afectiva: emociones, duelos, miedos y deseos postergados que se disfrazan de pendientes, de hiperactividad, de listas mentales eternas (o sea, no parás la cabeza, aunque no tengas nada urgente para hacer).
5 señales para identificar la carga mental
- Dormís y seguís cansada. Te levantás igual o más agotada que cuando te acostaste.
- No podés estar en el momento presente: mientras hacés algo, ya estás pensando en otra cosa, en lo que sigue.
- Te irritás fácil: contestás mal o explotás por detalles que antes no te afectaban.
- Olvidás cosas simples: algo que ibas a decir o hacer… y de golpe lo olvidás.
- Sentís que, si vos no lo pensás, no sucede (aunque haya un equipo entero contratado para hacerlo).
La carga mental puede ser la forma en la que algo más profundo se expresa (lo que en clínica llamamos síntoma: una señal de que hay algo que atender). Y, al mismo tiempo, puede ser la forma en la que evitás entrar en contacto con eso (una defensa: llenarte de cosas para no escuchar emociones, duelos o preguntas incómodas).
Incluso puede dar “beneficios”: sentirte en control, reafirmar que sos indispensable, evitar mostrar vulnerabilidad… pero ojo, esos beneficios a largo plazo tienen un costo altísimo.
En otras palabras: es como si fuera el cartel luminoso y, a la vez, la cortina que tapa lo que pasa detrás.
Probemos algo juntas
- Cerrá los ojos unos segundos.
- Visualizate en uno de tus lugares preferidos: mar o montaña, el que más te guste. No hay ruidos, mensajes ni interrupciones. Estás haciendo nada...
- Ahora imaginate que hoy no resolvés nada de lo que tenés pendiente: cancelas ese call que no te suma, dejás los WhatsApp sin contestar, no pensás qué se va a comer en casa ni en las luncheras.
- Y ahora pensá en una tarde entera para vos. Solo para vos. ¿En qué la usarías?
- Si apareció incomodidad, culpa, una lista mental de “deberías” o incluso un gran “no sé” que te dejó en blanco… eso también es carga mental. Porque cuando está, muchas veces no nos deja descansar… pero tampoco nos deja desear (y sin deseo propio, todo se vuelve más pesado).
- La buena noticia es que se puede aliviar.
A veces, alcanza con obligarse a parar un poco (sí, aunque al principio te sientas incómoda). Crear microespacios donde el regulador no sea el deber, sino el afecto interno. Escuchar al cuerpo: comer cuando tenés hambre, descansar cuando estás cansada, aceptar que algunas cosas hoy no las vas a hacer.
Y, otras veces, cuando la carga viene de algo más profundo —un duelo, una herida, un miedo—, se necesita ayuda profesional para desarmar el “ruido de fondo” que no te deja en paz.
No se trata de que todo esté hecho, sino de aprender a dejar cosas sin hacer… y estar bien con eso. Porque el verdadero alivio llega cuando pasás de vivir para cumplir a vivir para sentir.
Cuando tu brújula deja de ser “lo que se espera de vos” y empieza a ser “lo que vos querés para vos”. Y ahí, sin tanto peso encima, pasa algo simple y maravilloso: respirás más hondo, te reís más seguido… y la vida, de pronto, empieza a quedarte cómoda. Como si, por fin, fuera tuya.
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