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Grounding: los beneficios de andar descalza

Grounding: ¿conocías este concepto? Te invitamos a sacarte los zapatos, andar descalza y disfrutar de los beneficios de esta práctica para el cuerpo y la mente.


Grounding: ¿por qué hace bien caminar descalza?

Grounding: ¿por qué hace bien caminar descalza? - Créditos: Getty



Vivimos llenas de ansiedad, obligaciones y corridas. El tiempo parece no alcanzar nunca y hacemos malabares para lograr tener una agenda organizada (y casi nunca lo logramos). En el medio de la vorágine cotidiana, es difícil que nos demos tiempo para conectarnos con la naturaleza. ¿Te acordás de cómo es la sensación de poner los pies en el pasto y sentir ese fresquito que sube y recorre todo tu cuerpo? Jugar con la textura, disfrutar de su olor, nos proporciona una sensación muy gratificante y relajante. Por eso, hoy queremos proponerte un desafío: programá unos minutos para buscar ese cable a tierra.

El grounding (también conocido como earthing) es una técnica que consiste en tener los pies descalzos al menos diez minutos al día. La traducción exacta es “tomar tierra”, porque la invitación es volver a nuestras raíces, recargarnos de la Pachamama y transformar nuestro cuerpo en un conductor de energía. Sus beneficios son increíbles: disminuye la ansiedad, ayuda al sueño y mejora la presión arterial. 

 

¿Cómo? Al descalzarte, te conectás con la tierra, que equilibra el sistema nervioso. Practicarlo es muy simple: solo tenés que sacarte los zapatos y pisar directamente el pasto, el suelo, la arena, ¡incluso el piso de tu casa! La idea es eliminar eso que nos “separa” de la naturaleza de la que somos parte y apoyar los pies. El calzado nos separa, es una barrera, una especie de aislante. Pero, claro, no vamos a andar descalzas por el medio de la avenida 9 de Julio. Por eso, si vivís en la ciudad y te parece difícil llevar adelante esta propuesta, pensalo como un pequeño puente hacia una fuente generadora de energía electromagnética.

¿Paseás a tu perro en una plaza? Probá sacarte las zapatillas mientras él juega y así aprovechan ese tiempo los dos. ¿Tenés planeado un viaje a la playa? Intentá estar el mayor tiempo sin las ojotas. ¿Tenés un patiecito? Ponete una alarma que te obligue a salir unos minutos por día y disfrutá de los pies en la tierra. Muchas veces es más simple de lo que imaginamos.

Los beneficios de de practicarlo

Si bien no hay muchos estudios que comprueben empíricamente sus beneficios, ya que es un tema poco investigado, sí hay reportes y encuestas que validan lo que sentimos al realizarlo. Las personas que lo practican aseguraron que mejoró su dolor crónico, la ansiedad y la depresión, la fatiga, los trastornos del sueño, las enfermedades cardiovasculares y ayudó mucho a disminuir sus niveles de estrés. 

Así como nos ocupamos de que nuestro celular siempre tenga batería, debemos estar atentas a la batería interna, a la nafta de nuestro propio cuerpo. A diferencia de los aparatos electrónicos, nosotras no venimos con un cable y un adaptador que nos lleva al 100%, porque no lo necesitamos. Nuestro cargador natural es la misma tierra. 

El cuerpo humano es capaz de producir y captar energía y contiene una gran cantidad de electrones libres, llamados electrolitos (minerales que llevan una carga eléctrica). Nuestro cuerpo genera intercambios de cargas eléctricas y así produce iones positivos. Pero, para lograr un equilibrio, necesitamos, además, de los iones negativos (electrones). En el contexto actual, es normal que suframos pérdida de electrones porque vivimos rodeadas de dispositivos electrónicos, por la contaminación del aire y hasta por los productos y alimentos que consumimos. Todo esto se une y se transforma en un combo muy amenazante.

 

Así que, si te sentís cansada o con poca energía, tené en cuenta que esta puede ser una de las causas. ¿Y sabés cómo podés regularlo? Sí, poniendo los pies directamente en el piso: ¡la tierra está cargada de electrones! En otras palabras, al pisar la tierra, que tiene carga negativa, vas a lograr descargar toda la energía acumulada y equilibrarte.

Cuando ponemos los pies en el suelo, conectamos el cuerpo humano conductor a la carga eléctrica natural y sutil de la superficie de la Tierra, lo que influye sistémicamente en la función bioeléctrica básica del cuerpo. 

Resumiendo, practicar grounding aumenta nuestro bienestar y mejora el estado de nuestro ánimo. ¿A quién no le da buen humor desenchufarse de todo y estar 100% en la naturaleza? Es un verdadero planazo.

Elegí tu medio

Tanto la tierra como la arena o el pasto funcionan por igual, lo único importante es estar sin calzado ni nada que nos separe de nuestro medio natural. Cuando estás ahí, lo ideal sería practicar algunas respiraciones conscientes. Podés hacer tres respiraciones profundas para empezar a sentir el efecto que tiene en todo tu cuerpo. Probalo y vas a ver cómo sentís esa recarga de energía casi instantáneamente.

Si estás con más tiempo y querés ir un poco más a fondo con la conexión, podés acostarte en el pasto o en la arena, meterte al río o al mar o incluso meter las manos en la tierra (puede ser en las macetas de tu balcón).

Somos naturaleza, parte de un todo, y cada paso que damos descalzas es una gran ayuda para conectarnos con el momento presente y con la madre Tierra. Esto, que parece simple, es tan profundo como necesario. 

Una gran idea es convertirlo en ritual. Pensá que para el grounding no necesitás ni altar ni mat de yoga ni nada, solo tiempo y espacio. Podés empezar en tu casa y, de a poco, ir más allá, persiguiendo los lugares con naturaleza que tengas cerca: parques, plazas, orillas. Cualquier planta o arbolito pueden convertirse en tu nuevo aliado. 

Ganale a la ansiedad

Es una de las emociones con más prensa en el último tiempo. Por el frenesí en el que vivimos, la ansiedad viene ganando terreno desde hace rato y muchas de nosotras ya no sabemos qué más hacer para darle pelea. 

Entregarnos a la tierra nos ayuda a estabilizarnos y a calmarnos. Al practicar grounding, nos enraizamos, nos conectamos con lo simple y el “aquí y ahora”. Este contacto con el presente nos baja y nos trae lo esencial. A diferencia de otros estímulos que nos rodean, esta práctica no nos lleva ni al pasado ni al futuro, no nos agobia ni nos sofoca. Al desconectarte por unos minutos, lográs la claridad que la vorágine del día a día a veces no te permite. Te ayuda, también, a observar los problemas y las dificultades desde otro lugar, lo que te lleva a tomar mejores decisiones y no actuar bajo el mando del apuro o a la ansiedad. 

¡Atenti! Todavía estás a tiempo: terminá de leer esta nota, despedite de tus zapatos y corré a sentir la fuerza de la naturaleza piel a piel.

Miniguía: 7 pasos para hacerlo

Recomiendo que el rato que le dediques a este método sea sin distracciones. Sin música ni celu. Simplemente vos y la naturaleza. Según distintas técnicas y disciplinas, podemos meditar en quietud, pero también en movimiento. Seguí estos pasos e intentá llegar a esa conexión profunda:

1. Hacé unas respiraciones hondas con los ojos cerrados.

2. Sentí el contacto de las plantas de los pies con el suelo.

3. Abrí los ojos y empezá a percibir todo lo que pasa a tu alrededor, caminá con conciencia.

4. Escuchá el sonido del viento, o del agua, a tu alrededor.

5. Sentí el calor o el frío directamente en tu piel.

6. Observá las plantas, flores o árboles que tengas alrededor.

7. Si estás con los pies en la arena de una playa (¡bendita tú eres!), aprovechá para mirar, escuchar, oler y saborear el mar en toda su profundidad.

Sentir el contacto de los pies en el suelo se transforma en una gran ancla para arraigarnos al presente y no dejarnos llevar por la mente, que siempre busca irse lejos.

Te invito a que te regales una meditación en movimiento y con los ojos (y todos los sentidos) bien abiertos.

Por Dani Rodríguez

Experta consultada:

Dani Rodríguez
Fundadora Casa Caravan y Maitri. Profe de yoga.
@casa.caravan
@maitri.ba
www.danirodriguez.com.ar

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