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Paula Echeverria, terapeuta RTT, habla de enfermedades crónicas: cómo influye lo emocional y qué hacer para aliviar los síntomas

Estrés, miedos y experiencias pasadas pueden impactar directamente en el cuerpo y potenciar afecciones como asma, gastritis o colon irritable. La terapeuta RTT Paula Echeverria explica cómo identificar el origen emocional, resignificarlo y sumar prácticas que ayuden a mejorar la calidad de vida.


 Paula Echeverria, terapeuta RTT

Paula Echeverria, terapeuta RTT - Créditos: Prensa



Existe una amplia variedad de enfermedades -algunos dirán “todas”- que tienen un factor emocional importante: asma, gastritis, colon irritable, eccemas de la piel. En algunos casos se trata de afecciones crónicas, en el sentido de que se pueden acallar por un tiempo pero no por eso se dan por curadas para siempre. 

En esas enfermedades, especialmente, se suele decir que el manejo del estrés, las frustraciones, los nervios, miedos y temas del pasado pueden influir significativamente. 

 

Sin ir más lejos, es habitual que las personas con gastritis o colon irritable tomen medicación preventiva cuando tienen exámenes y cuestiones laborales que les genera un alto nivel de incertidumbre. Algo similar ocurre con el asma, que puede dispararse ante situaciones estresantes y se indica medicación preventiva durante un tiempo.   

Sabiendo, por lo tanto, que el contexto emocional incide de manera tan fuerte en cuestiones fisiológicas, ¿se puede hacer algo, más allá de -como se mencionó- agarrar la situación a tiempo y tomar medicación preventiva o cuando ya se inició el proceso? 

La respuesta es afirmativa, y los abordajes posibles, son múltiples. Pero vayamos primero al origen y la manera de nombrarlo, que no es un tema menor. 

Soy lo que soy

Resulta habitual que en cierto momento la enfermedad ya esté instalada y que uno la termine incorporando como parte de la identidad. Por eso mucha gente dice “soy asmático”, en lugar de “el médico dijo que tengo asma”. 

Es cierto que en los hechos es similar: en cualquiera de los dos casos tendremos dificultad para respirar; pero la realidad es que la posibilidad de dejar de tener los síntomas es mayor si no nos identificamos con la enfermedad.

En ese sentido, vale recordar que la mente está diseñada, entre otras tantas cosas, para defender lo que uno considera como propio. Nuestro hijo, nuestro perro, nuestra casa. Pero, ¿aplica lo mismo a nuestra dificultad para respirar, nuestro estómago inflamado o el colon irritable? No, claramente uno no querría nombrar como propio algo que quiere dejar de tener. 

Atención: los primeros avisos  

Más allá de la manera de nombrar la relación con la enfermedad, lo más importante, en pos de sentirse mejor, es encontrar qué serie de eventos la causaron. El cuerpo, en ese sentido, es como un niño al que no le prestan atención. ¿Qué pasa entonces? Ese niño, cuando los padres se sientan a cenar tranquilos, interrumpe, pregunta, aparece en escena, llama la atención. Los padres en algunos casos lo tranquilizan con algún caramelito y la cena sigue. 

Pero ese niño quiere atención, el caramelito le dura poco. Y entonces pasa al siguiente nivel: quizás rompe algo, tira la bebida, pone el volumen de la televisión al máximo, etc. En el caso de las enfermedades, avisan a través de una migraña, una diarrea, un tic en el ojo.

Cuando el niño no logra nada, avanza un nivel más: problemas en el colegio, llamados a los padres y la lista continúa. En el caso de la salud, es lo que ocurre cuando la enfermedad ya se instaló. Ya no es un aviso, de vez en cuando, es un “berrinche” constante, porque la necesidad de nuestro cuerpo de sentirse emocionalmente estable, descansado y querido no está siendo satisfecha.

Cambia, todo cambia 

A pesar de que a estas enfermedades se las llama crónicas, son muchísimos los casos comprobados de gente que logra revertir los síntomas por mucho tiempo o para siempre. Sin ir más lejos, me ocurrió personalmente con el hipertiroidismo.

¿Cuál es la clave? Poder escuchar a nuestro niño, nuestro adolescente al que le pasaron cosas, algunas terribles y otras no tanto: lo que importa es que nos marcaron, y por alguna razón, la mente nos manda el síntoma para protegernos o castigarnos. 

A través de la hipnosis uno puede ver esos recuerdos, lógicamente con los ojos de hoy. Y aquella situación que en su momento disparó la necesidad de castigarnos o protegernos, hoy se puede analizar y reescribir desde otro lugar.  

De esa manera, uno puede desprenderse de aquella culpa, esa tristeza, ese arrepentimiento al que quedó aferrado. La idea es poder liberar ese sentimiento que nos venía diciendo, desde entonces “no merezco, no soy digno de, no soy suficiente, no valgo, nadie me va a querer”, etc. etc.  

Es, de alguna manera, como si uno pudiera convertirse en ese ser querido que no supo estar como se necesitaba en su momento, y de esa forma lograr ese acompañamiento amoroso, dar ese confort, ese abrazo que faltó, liberando la culpa o lo que haya quedado como resabio de aquellas experiencias traumáticas. 

Estar en paz con vos mismo

La segunda etapa es la reprogramación: lograr que nuestra mente piense distinto, que entienda qué pretendemos de ella y que ella lleve el mensaje a los tejidos, órganos, células, etc., para que funcionen tal como han sido diseñados originalmente.

Más allá de este proceso interno, hay ciertas acciones que resultan esenciales para aliviar síntomas: mantener bajo el estrés y la ansiedad es clave para la salud. Técnicas como el mindfulness, la respiración, la meditación o la hipnosis pueden ayudar a equilibrar las emociones, algo así como un reseteo diario. 

También, lógicamente, ser consciente de las propias posibilidades: por ejemplo, si tenemos gastritis y comemos una salsa llena de ajo, tomamos café, mate y vino, es probable que los síntomas afloren con mayor facilidad. En ese punto, nada es absoluto. Así como es importante ir al origen de la enfermedad, también vale ocuparse de ciertas cuestiones diarias que facilitan el mantenerla a tiro. 

Lo cierto es que muchas de las personas que padecen estas enfermedades crónicas se dan por vencidas, se rinden frente a la cronicidad de los síntomas y dejan de buscar opciones alternativas a las que ofrece la medicina alopática. 

Y la verdad es que, si bien nada es mágico y se resuelve de un día para el otro, el componente emocional de este tipo de enfermedades es tan alto que si realmente podemos -con ayuda, claro- ir al origen del problema, observarlo desde otro enfoque, darle otra contención y convencernos de que las cosas pueden ser distintas, el día a día de quienes padecen esas patologías puede ser significativamente más plácido.       

 

Por Paula Echeverria, terapeuta RTT certificada. Gentileza para OHLALÁ!

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