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Lolita Campos y Manu Pozzi: la pareja de artistas que viven en un bus-casa y recorren el mundo en familia

La escritora Lolita Campos, su pareja Manu Pozzi y su pequeña hija Amapola se despidieron con un megashow en el Konex antes de salir a recorrer el mundo en su bus-casa. ¿Cuáles son sus próximas aventuras?


Lolita Campos y Manu Pozzi, otra vez salen a la aventura de recorrer el mundo en un bus-casa

Lolita Campos y Manu Pozzi, otra vez salen a la aventura de recorrer el mundo en un bus-casa - Créditos: Gentileza Prensa



Lolita Campos es una inquieta y joven escritora que ama viajar. Manu Pozzi es un músico que decidió recorrer el mundo de la mano de sus canciones. Cada uno llevaba una vida nómade hasta que se conocieron en viaje: juntos empezaron a realizar conciertos de música y lectura para poder sustentar sus travesías por el universo, primero por Europa -en una pequeña e improvisada gira- y más tarde recorriendo desde Alaska hasta Argentina en una casa rodante. Su propuesta fue creciendo en convocatoria: de presentarse a dúo en cafés y pequeños centros culturales, pasaron a realizar conciertos en banda y a sala llena en teatros de diferentes ciudades del mundo. Este último fin de semana, hicieron en el Konex “Concierto Despedida”, un encuentro de música y lectura que da cuenta del camino recorrido juntos y de cada uno por su lado.

¿Pero cómo fue el origen de este recorrido como familia? Todo empezó con una pregunta de Lolita, con tinte de fantasía: “¿Y si nos compramos un bus y salimos a recorrer?”. Y siguió con una respuesta de Manu: “¡Dale, hagámoslo!”. Así empieza la historia de Apollo 23 (@cronicasdeapollo), la casa rodante de ambos, que pusieron a girar por el mundo mientras crían, componen, escriben, hacen conciertos y crean “recuerdos futuros”, así los llaman ellos.

La pregunta formulada por Loli a las dos de la madrugada, en las primeras semanas de pandemia y con cuatro meses de embarazo, necesitó solo tres horas de maduración en la cabeza de Manu, que a las cinco la despertó con la noticia: “Ya está, encontré uno”. El hallazgo significó la venta de su primer amor rodante, una vieja van con la que la pareja recorrió desde Alaska hasta Argentina. Como estaba por llegar su hija, Amapola, querían un poco más de espacio y comodidades para viajar, así que el proyecto de la “cabaña con ruedas” fue tomando forma. ¿Cómo la armaron y la convirtieron en un hogar? Ellos mismos nos lo cuentan.

Lolita Campos y Manu Pozzi la rompieron en el Konex en su concierto despedida.

Lolita Campos y Manu Pozzi la rompieron en el Konex en su concierto despedida. - Créditos: Gentileza Prensa

“Armamos todo el bus a pulmón absoluto”

Desde que tuvimos el bus, todos nuestros ahorros iban a ese proyecto. Por ejemplo, nos entraban 20 mil pesos que no esperábamos y eran para el bus. “Hoy puedo comprar la canilla”, listo. Por otro lado, Manu compró 40 pallets, los desarmó uno por uno, clavito por clavito, y con eso revistió todo el colectivo. Pero nunca estuvimos solos, por supuesto. De repente, aparecieron mil manos para ayudar. Hace unos años, Manu estuvo como voluntario en la ONG Techo y le construyo la casa a un chico, Tincho, que después terminó siendo también voluntario y construyendo casas. Y ahí es donde aparece este ida y vuelta maravilloso que es la vida. Porque años después, ahí estaba Tincho construyendo con nosotros nuestra casa con ruedas. Después, una gran amiga, la artista Ine Terradas, pintó un bosque y nos dejó una obra maravillosa en las paredes del bus.

Para acondicionar el interior, durante meses buscamos que cada detalle fuera único. Por ejemplo, la bañera es una barrica de vino restaurada, también hay un espejo de mi abuela Betty que reciclamos, y las griferías las buscamos por meses. Tardamos dos años en tenerla lista. Y recién salimos a las rutas cuando Amapola tenía un año y diez meses. El primer destino fue Pergamino. Al primer viaje fuimos solos porque queríamos probarlo..., ¡no arriesgamos la vida de nuestra hija! Y esa excusa de la seguridad nos sirvió mucho para reencontrarnos solos, como pareja. Nos tuvimos como que volver a presentar: “Hola, ¿qué tal? Soy Loli, a mí me gustaba esto”. Y Manu hizo lo mismo. Ese primer viaje nos sirvió para reconectarnos con la esencia del road trip, que era muy nuestra. Nosotros siempre estamos en movimiento. 

“Yo siempre sentí que necesitaba hacer un recorrido de forma física, para luego hacerlo de forma interior”.

“El viaje siempre es interno”

Una vez escribí en algún lado: “Hay demasiado mundo afuera para quedarme con una sola puesta de sol”. Yo siempre sentí que necesitaba caminar, hacer un recorrido de forma física, para luego hacerlo de forma interior. Cuando uno viaja, gana muchas cosas. Pero también pierde, sí. Por ejemplo, el abrazo de mamá y papá cuando tengo miedo, frío, hambre, o cuando tomo malas decisiones. O el chin chin amoroso con amigos festejando las buenas. Pero, por otros momentos, siento que no pierdo nada, porque por mi historia de vida con mudanzas permanentes desde chica, siempre fui desapegada. Así que nunca sentí que me pierdo el casamiento, los festejos, las navidades. De algún modo, yo estoy ahí. Y ellos están acá. Con el tiempo entendí que el viaje siempre es interno, absolutamente interno. 

“Respetamos el proceso creativo del otro”

Yo escribo y Manu es músico y es artista. Y combinamos esos procesos creativos a la par. Al unísono. Es como que cada uno va viviendo procesos de pareja, personales o de la mapaternidad y los vuelca a su arte. Somos muy respetuosos del proceso del otro, del silencio, de la escucha. Tenemos un disco y un libro que se escribieron en simultáneo y a veces yo escucho Venado, el disco de Manu, y no puedo creer la complementariedad con mi libro Peritos de una fuga, dialoga maravillosamente con mis palabras.

“Con Amapola, vivimos otra forma de viajar”

¡Uy, la vida nómade con hijos es un quilombo! Pero al mismo tiempo, es hermoso. Desde que nació Amapola, sostener nuestra rutina de viajes es un camino nuevo para nosotros y estamos haciendo más paradas. Por ejemplo, ahora logramos con mucho esfuerzo tener nuestra propia casita sin ruedas. Y eso, en algún punto, respondió a entender que también ella necesita primos, abuelos, así que por momentos nuestro viaje va a tener escalas. Estamos encontrando un modo nuevo para este momento, que sentimos que es otro tipo de viaje. Pero ella es feliz viajando: lo sentimos, la vemos. Disfruta mucho de la intimidad de nuestra vida en movimiento. La verdad es que estamos muy presentes en su crecimiento. A veces siento que es como un timelapse de una flor. Creo que no me estoy perdiendo ni un parpadeo. 

“Estoy agradecida a la comunidad que armé”

No sé bien cómo explicar el fenómeno de la gente que nos sigue a todos lados con nuestros conciertos, pero estoy muy agradecida de que la gente quiera escucharme de múltiples maneras, a través de la música, a través de la escritura, de mis videos, de mis fotos, nuestro arte es muy diverso. Y la forma que tienen de seguirnos es muy amorosa, yo recibo mucho cariño. Claro que después siempre aparecen los miedos, ¿no? O ciertas dudas respecto a la exposición. Pero tratamos de ser muy responsables con eso y con los mensajes que damos también. Yo tengo muchas seguidoras que son chicas o adolescentes, y yo también fui chica y copié. Entonces, por ejemplo, cuando me preguntan sobre terapias alternativas o cosas que probé en mi búsqueda personal, jamás recomiendo una terapia. Porque yo misma traté de hacer cosas que otros decían que eran la salvación y la verdad es que no siempre me fue bien. Entonces, para poder contar cómo fue mi experiencia, uso palabras clave. Digo, por ejemplo, “ritual” y nada más, o “ceremonia con plantas”. Porque además soy una convencida de que mi sanación no tuvo que ver con una terapia en particular, sino con un montón de terapias que fueron aportando herramientas.

“La escritura fue una forma de sanación”

Para mí la medicina fue animarme a escribir y hablar. Creo que un poco el impacto en las mujeres de mi segundo libro, Peritos de una fuga, en el que puedo contar el abuso intrafamiliar que sufrí, fue ese: “Hay alguien a quien no le da vergüenza decir ‘che, tengo miedo de ser esquizofrénica. Tengo miedo de creer que estoy loca’”. Me acuerdo de que en esa época de sanación buscaba libros que hablaran del tema, yo necesitaba a alguien que me lo contara en carne viva, como “dale, tirame la posta de qué es lo que sentías, ¿de verdad pasabas la noche entera en vigilia con insomnio?”. Y a partir de ser honesta, abrirme, escribir y publicar hubo un efecto búmeran impresionante. Y escribir siento que me sanó, porque todavía me acuerdo del momento en que una médica dijo: “Estás sana. No tenés ni un quiste, ¿cómo hiciste?”. Yo tenía varias cuestiones en el útero y el diagnóstico final era un ovario poliquístico que me había generado esterilidad. Y lo que pasó fue que hablé. Eso pasó. Mi hija, Amapola, es fruto de ese milagro. 

Para seguir leyendo

Lolita publicó tres libros; el primero es 28 rulemanes, en donde cuenta viajes y cosas de su infancia, el segundo es Peritos de una fuga, donde cuenta sobre un abuso intrafamiliar que sufrió, y en Mi adorable E. explica ese proceso con una luz de esperanza, porque le habla a una beba por nacer. Los podés conseguir físicos, en e-book o en audiolibros. 
Más info: @camposlolita.
 

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