
“Actitud boleto capicúa”: cómo habitar el presente y encontrar magia en lo cotidiano
En tiempos de incertidumbre y cambio, el movimiento más poderoso es el que hacemos hacia adentro. La directora de OHLALÁ! Sole Simond reflexiona sobre soltar el control, abrirnos a las posibilidades infinitas y dejarnos sorprender por la vida.
11 de julio de 2025 • 11:42

Cómo habital el presente y encontrar magia en lo cotidiano - Créditos: Getty
Recién corto el teléfono con mi doc-mentor-amigo Sebas Díaz Varela, y vos dirás: “¡¿Qué tiene que ver eso?!”. En varios editoriales lo cito porque nuestras conversaciones siempre se vuelven inspiradoras y me gusta no quedarme estas ideas para mí, sino regalártelas para que se conviertan en materia prima para tus propias experiencias. La charla arrancó así: “En momentos de tanto cambio, el movimiento es interno”.
Me gustó este disparador tan lógico y simple: cuando todo se transforma, no hay que moverse afuera, sino adentro. Es muy probable que te sientas confundida y que no sepas para dónde salir corriendo. Todo cambia: no solo en nuestra vida personal, donde nuestras transformaciones y las de los otros se aceleran obligándonos a una actualización de vínculos y deseos; sino también en nuestras tareas, porque el mercado es incierto, ya no existe esa industria como la conocíamos, o porque la flexibilidad de la demanda nos readapta hasta el cansancio. Es normal, en distinta medida, nos está pasando a todos.
Entonces, ¿cuál es el movimiento interno que hay que dar? Todo movimiento es un pasaje, como un puente que te lleva hacia el otro lado. ¿Y qué hay del otro lado? Vacío, el campo de todas las posibilidades. Eso decía Maharishi, el creador de la meditación trascendental: que en ese vacío, en ese paso, uno habitaba un borde a veces incómodo y difuso, pero donde todo es posible. Me gustó esta idea.
Pensémosla juntas: si estuviéramos en ese escenario sin límites, ¿qué haríamos? ¿Le querríamos dar una nueva forma, concreta y finita, o le dejaríamos a ese nuevo universo ser múltiples oportunidades?, ¿cómo convivimos con ese “todo” sin querer darle una única consistencia? Es tan femenino, eso. Aquellas mujeres que engendran experimentan esa entrega de poner el cuerpo para algo que no conocen, y que no terminarán de conocer nunca: esa expresión de vida seguirá siendo un misterio hasta el final, ¿o no?
Bueno, yo no soy madre (no me quiero hacer la del ejemplo materno sin conocerlo), pero pongámoslo en algo más cotidiano: ¿acaso cuando nos levantamos a la mañana no hay una hoja en blanco?, ¿qué controlás de ese día? En serio te digo, ¿qué de todo lo que pasa es tuyo? Y esto que puede resultar medio tira-bomba, ¡a mí me da una paz...! ¿A vos? Pero si encima te digo que esta nueva programación caótica e infinita te invita a simplemente ser. ¿Ser quién? Ser quien vos quieras: quien vos quieras ser hoy, mañana se verá. Y si queremos que la vida sea más fácil, por ejemplo, ¿cómo me vuelvo más simple esta mañana? Pero hay que bancar las posibilidades, resultan como una arena movediza, lo sé.
¿De dónde creés que salió la inteligencia artificial? ¿De otra IA? No, de la capacidad humana de habitar lo ilimitado, de entender la vida no como un conducto único, sino a través de neurotransmisores conectándolo todo, igual que nuestro cerebro. Eso sí, hay que estar bien despierta, con los ojos abiertos, disponibles para lo inmenso. Yo sé que es más fácil adormecernos –es que “it’s a montón”, como me dice una amiga–, pero en esos metros cuadrados que son nuestra vida, ¿cómo abrimos ventanas y dejamos que entre luz y aire fresco? Es muy fácil volverte un robot cuando el futuro llegó. Pero yo te digo, esa será nuestra batalla: custodiar la empatía y habitarnos.
Ahora, si todo fuera posible, si soltáramos el control, ¿quién tendría el control? Esa es la respuesta que me interesa. Y arriesgo: la vida. Este presente (este mismo que vivimos ahora) es nuestro maestro, ¿qué vino a enseñarnos hoy?, ¿es incómodo el aprendizaje?, ¿fue más suave la lección?, ¿amo la vida como es? Si no, ¡¿para qué?! Estamos acá para pasarla bien y llenar de postales ese diario íntimo: con fotos de nuestros amores, tickets del show de nuestro artista favorito, una flor ya seca que nos recuerda la belleza, un recorte de revista de un título que nos empodera, una sensación del silencio, una anotación manuscrita de una revelación vital, un perfume que nos trae de nuevo a casa, un chiste que nos contaron, un miedo que ya pasó, un boleto de colectivo con número capicúa.
Entonces, te comparto, ese es mi movimiento interno, que lo guardo en mi recolección de tesoros: ya estoy bendecida, me tocó el número de suerte.
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