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Pilar Adón: poesía, libertad, maternidades no tradicionales y naturaleza en un libro

En Las huidas, la escritora española Pilar Adón reúne por primera vez toda su obra poética publicada hasta hoy. Naturaleza, duelo, libertad, maternidades no tradicionales y aislamiento elegido atraviesan este libro que es, también, un viaje hacia la verdad interior.


Pilar Adón: poesía, libertad, maternidades no tradicionales y naturaleza en un libro

Pilar Adón: poesía, libertad, maternidades no tradicionales y naturaleza en un libro - Créditos: Gentileza Editorial La Bella Varsovia



Hay escritoras cuya voz poética emerge como una necesidad vital. Pilar Adón es una de ellas. En Las huidas, un volumen que reúne sus poemarios completos, la autora española no solo traza el mapa de sus obsesiones literarias —la naturaleza cruda, las mujeres que se retiran del mundo, el dolor por la pérdida, la libertad que ofrece la soledad—, sino también el de su biografía íntima. 

“En la poesía siempre hay algo autobiográfico”, dice. Y así, en cada verso, Pilar reconstruye vínculos, duelos, decisiones personales —como la de no ser madre— y los resignifica desde el lenguaje. “No podía seguir escribiendo sobre una verdad poética idealizada. Necesitaba hablar desde mi verdad”, sostiene. En esta entrevista, comparte cómo fue ese proceso de transformación, qué lugar ocupa hoy la poesía en su vida y por qué no puede volver a leer en voz alta los versos que escribió tras la muerte de su padre.

 

- Las huidas reúne toda tu poesía publicada hasta hoy. ¿Qué sensación te deja verte condensada en un solo volumen? 

- Cuando estaba preparando el libro y luego cuando ya lo vi publicado, lo que primó fue el agradecimiento. Hay en él una visión panorámica de lo que han sido todos esos años de escritura, de poesía y de publicación. Y queda también una impresión extraña en la que realmente se contempla el paso de los años de una manera conjunta y momentánea, porque se ve todo condensado en un único libro. Una no es consciente de cómo va pasando el tiempo y de repente se descubre, insisto, condensado en un único volumen de poesía. Y de alguna manera también se observa la propia evolución, la evolución no solo poética en cuanto a las formas, los modos y los temas, sino también la vital, porque no podemos negar que hay una influencia en lo que se escribe de la propia vida. 

- Contaste que tu poesía fue mutando: de lo exterior a lo interior, del territorio físico al simbólico. ¿Cómo fue ese viaje hacia adentro?

- Empecé a escribir prosa muy joven, creo que como derivación natural de todo lo que había leído desde muy pequeña. En mi casa no había libros de poesía, había novelas. Ante todo, somos lectores y creo que, como derivación natural, muchas veces tendemos también a la escritura, quizá para intentar provocar en otros lo que esos libros que hemos leído han provocado en nosotros.

De manera natural me dediqué a escribir prosa, pero pasados los años sí que empecé a leer a unas poetas que me interesaron mucho e igualmente creo que, como derivación natural, empecé a escribir poesía. Al principio se trataba de una poesía muy centrada en la verdad de esas autoras. Poetas como Silvia Plath, Anne Sexton, Alejandra Pizarnik, que me atraparon de una manera brutal. Así que mis primeros libros se centraban más en su forma poética de ver la realidad que en la mía.  Pero llegó un momento, con los poemarios Mente animal y La hija del cazador, en que me di cuenta de que tenía que hablar de mi verdad. Y mi verdad estaba muy asociada a una naturaleza que yo conocía bien. No era la naturaleza ajardinada, perfecta, idílica, en la que me había centrado en los primeros poemarios. Volví la mirada hacia esa naturaleza que conocía bien y escribí estos poemarios. Me cuesta adjetivar la naturaleza, pero era la naturaleza que había conocido bien mi padre y que yo también conozco bien. Y ahí se produjo ese cambio, esa vuelta hacia una interioridad más cruda, pero también, para mí, más auténtica.

Pilar Adón: poesía, libertad, maternidades no tradicionales y naturaleza en un libro

Pilar Adón: poesía, libertad, maternidades no tradicionales y naturaleza en un libro - Créditos: Gentileza Editorial La Bella Varsovia

- ¿Qué te permite la poesía que no te ofrece la narrativa? 

- No creas que se trata de una carencia, de algo que la narrativa no me pueda ofrecer y que por tanto lo busco en la poesía. En ambos géneros me permito de todo. La libertad es absoluta en novela, en relato, en poesía.

Lo que ocurre con la poesía es que llega un momento en que se siente una llamada, una especie de pulsión. Yo obedecí y me entregué a esa exploración nueva. Siempre tengo la impresión de que me puedo sentar, escribir o intentar escribir un párrafo en prosa en cualquier momento. Pero no me sucede lo mismo con la poesía. La poesía es casi como una llamada. E igual que te llama, puede perfectamente no llamarte, y de hecho es algo que a mí me está sucediendo ahora. Llevo un tiempo bastante largo ya en que no escribo poesía porque no se está produciendo esa llamada, como decíamos.

- Decidiste no ser madre, pero hablás de otras maternidades, como el cuidado de los padres o incluso el cuidado de las palabras. ¿Qué significa para vos la maternidad, en un sentido más amplio?

Hablo de otras maternidades, es cierto, hablo de los cuidados en la poesía, sobre todo en un poemario que titulé Las órdenes. Y este poemario estaba dividido en distintas partes, dependiendo de hacia quién se destinaran los cuidados: la primera parte estaba destinada a las dependencias emocionales relacionadas con mi madre y el cuidado, por decirlo de alguna manera, hacia ella. La segunda parte estaba dedicada a la dependencia física, el cuidado físico, y era el cuidado que en ese momento le debía a mi padre. Y la tercera parte estaba destinada a las dependencias literarias y los cuidados que debía prestarle a la literatura, a las palabras, a los libros, a lo que escribo. En poesía, está muy relacionado lo poético, lo temático, con lo autobiográfico. En ese momento en que escribí Las órdenes, eché la vista atrás y me di cuenta de la inmensa presión que había sufrido yo en la década de los 30 años, sobre todo, para que fuera madre.

Ahora ya nadie me dice nada con 53 años. Pero en ese momento de mi vida se me dijo que era una egoísta por mi decisión, desde muy joven, prácticamente desde niña, de no ser madre. Se me decía que me iba a perder lo mejor que le puede pasar en la vida a una mujer, y se me condenó a la soledad porque, me decían, quién iba a estar conmigo cuando fuera mayor, cuando fuera vieja, y en los cumpleaños, en las Navidades, si no tenía hijos. Esa condena me pareció brutal. Esa manera de decirle a una persona de unos 30 años que iba a estar sola en el futuro me pareció un castigo demasiado bestial. Y todo por no amoldarse a lo que se espera de las mujeres en la sociedad en la que vivimos, incluso actualmente.

Mi padre había sufrido un ictus muy, muy severo. Y estos cuidados físicos a los que me refería, que aparecen en la segunda parte de Las órdenes, tienen que ver con esto. Mi madre necesitaba más que nunca mi apoyo, en parte porque mi madre y mi padre habían estado juntos toda la vida, se conocieron muy jovencitos, y de repente, para mi madre (como para todo el mundo, evidentemente, en un momento tan complicado) la situación se hizo muy difícil y demandaba mucho mi presencia y mi auxilio. Así que, de nuevo, y ya sé que insisto mucho en esto, lo autobiográfico, de alguna manera, se filtró a través de lo poético.

 

-En muchos de tus libros hay mujeres que se retiran del mundo, que huyen, que buscan una casa en medio del bosque. ¿La soledad es necesaria para crear? ¿O para sobrevivir?

-Se trata más bien de un aislamiento voluntario. Las mujeres sobre las que escribo tanto en prosa como en poesía, aunque sobre todo en prosa, deciden de manera voluntaria aislarse, retirarse a casas situadas en medio de la naturaleza porque en realidad ellas no se sienten solas y deciden de esta manera buscar sobre todo la libertad.

Esta soledad voluntaria es pues buscada y siempre temporal, y la relaciono con la literatura, con la posibilidad de leer. Esta manera de entenderlo seguramente derive de cuando yo era pequeña. En mi casa no hay tradición literaria, nadie se ha dedicado previamente a la escritura ni mucho menos, y siempre han sido muy muy sociables. Había un empeño constante por lograr que yo me relacionara con otros niños, que saliera al parque a jugar… Y quizá de ahí viene que vincule ese aislamiento con la libertad. Ese retiro para poder leer. Quizá de ahí venga que mis personajes se aíslen para poder hacer realmente lo que quieren, cuando quieren, como quieren, sin que haya ningún tipo de presión social externa que examine, juzgue, valore y critique lo que hacen.

-La naturaleza está muy presente en tus poemas: árboles, insectos, piedra, bosque. ¿Qué simboliza ese universo natural en tu poesía?

-La naturaleza está muy presente en los poemas y también, como te decía, en las novelas, en los relatos. Es una naturaleza que conozco bien. Es una naturaleza no ajardinada, no domesticada. Es la naturaleza en la que de alguna manera tuvo que sobrevivir mi padre cuando era pequeño. Te comentaba antes un poco la historia de mis padres: los dos se conocieron muy muy jóvenes, los dos son del año 1941, acababa de terminar la Guerra civil en España y mi padre nació en el lado de los perdedores y mi madre, en el lado de los vencedores. Mi madre tuvo una educación formal, mi madre nunca pasó hambre, pero mi padre justo lo contrario, nunca tuvo una educación formal y sí que pasó hambre. Entonces, digamos que él no conocía la naturaleza de una manera teórica, sino que tuvo que sobrevivir a base de lo que podía encontrar en ella de pequeño y no tan pequeño.

Mi madre estaba vinculada a los libros, enseguida me apuntó a inglés, por ejemplo, estaba muy empeñada en que yo recibiera muy buena educación, y mi padre también, pero digamos que de alguna manera yo asociaba más los libros y lo académico a mi madre y esa naturaleza que me resultaba tan complicada cuando yo era pequeña, pues la asociaba más a mi padre.

Cuando se produjo este giro del que te hablaba, me di cuenta de que yo no podía negar esa verdad que también formaba parte de mi propio pasado y de mi historia familiar, y volví los ojos hacia la vida de mi padre, afortunadamente a tiempo para poder hablar con él y que me contara. Mi padre era un hombre muy muy callado, pero algo conseguí sacar de su propia historia y digamos que todo se revolucionó y salí de los jardines, por hablar de manera metafórica y simbólica, para adentrarme en el monte, las zarzas y en esa naturaleza de la que tanto escribo. Ahí es donde sitúo a mis personajes.

-¿Qué poetas te marcaron en tu formación y a quiénes volvés hoy como lectora?

-Siempre estuvieron Alejandra Pizarnik, Anne Sexton, Silvia Plath, Alice Oswald. También es un referente Ingeborg Bachmann. Son las poetas a las que sigo acudiendo. 

Por Andrea Albertano, gentileza para OHLALÁ! @andreaalbertano

 

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