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Aixa Franke es pilota profesional y brilla en la pista y en las redes: "Pedí el auto de la Barbie antes que la Barbie”

Aixa Franke es pilota profesional, diseñadora industrial y brilla en su trabajo y, también, en las redes sociales: rompe estereotipos en el mundo de los autos y los motores.


Aixa Franke es pilota profesional y brilla en la pista y en las redes: "Pedí el auto de la Barbie antes que la Barbie”

Aixa Franke es pilota profesional y brilla en la pista y en las redes: "Pedí el auto de la Barbie antes que la Barbie” - Créditos: Mariana Roveda



Desde que pidió el auto de la Barbie antes que la propia muñeca, supo que lo suyo eran los fierros. En un universo históricamente asociado a los hombres, la pilota profesional Aixa Franke, nuestra esta protagonista para esta nota, eligió no quedarse en el molde: restauró su primer auto a los 15, corrió a escondidas (y ganó), se hizo influencer para financiar sus sueños y hoy inspira a mujeres a tomar el volante de su vida —literal y simbólicamente—. Esta es la historia de una chica que convirtió la pasión por manejar en un proyecto de vida, desarmando estereotipos como si fueran los carburadores de los autos que la apasionaban.

“Pedí el auto de la Barbie antes que la Barbie” 

Aixa Franke es pilota profesional y brilla en la pista y en las redes: "Pedí el auto de la Barbie antes que la Barbie”

Aixa Franke es pilota profesional y brilla en la pista y en las redes: "Pedí el auto de la Barbie antes que la Barbie” - Créditos: Mariana Roveda

Mi historia con los autos empieza desde que tengo memoria. De chiquita, los juguetes con los que jugaba eran autos. Primero pedí el auto de la Barbie y después la Barbie, quería ir a los parques de diversiones donde había autitos chocadores. Nací y crecí en Bariloche, y abajo de la pista de nieve había un chico que alquilaba autitos eléctricos y yo le pedía a mi mamá que me llevara. Creo que ahí empecé a sentir un poco lo que significaba manejar para mí: me permitía ir adonde yo quería, me daba independencia.

Mi papá falleció cuando yo tenía cinco años, y que mi vieja haya podido salir adelante sola con tres hijos –tengo una hermana y un hermano más chicos– me demostró que las mujeres podemos solucionar cualquier cosa que se nos presente. Yo crecí con eso y esa fue mi verdad. Al momento de salir a la vida, no lo dudé nunca. Y al día de hoy intento no dudar y confiar en mí.  

Cuando era chica, mi mamá, en su intento de que mi hermano hiciera cosas “de varones”, nos llevó un par de veces a los tres a ver carreras de autos. A mi hermano no le interesaba nada, y yo me acuerdo de colgarme como loca en el alambrado de la emoción. Quería aprender a manejar desde chica, pero me costó mucho tiempo convencerla, hasta que un día me dijo: “Bueno, dale, te enseño”. Antes de eso, yo la copiaba todo el tiempo, le preguntaba cosas y practicaba enfrente del horno, con una tapa de olla como si fuera el volante, mientras ella cocinaba. El día que me senté en el auto, tenía 11 años, repasé un poquito y... ¡salí andando! El auto ni se me apagó. Era todo lo que yo quería y lo único que me importaba, todos los fines de semana mi mamá me tenía que llevar a manejar. 

“A los 15 no pedí fiesta, pedí el auto” 

Un poco antes de cumplir 15, me escapé a bailar, le mentí a mi mamá porque no me dejaba y se enteró. Me castigó y por seis meses me quedé sin manejar; y casi me pierdo mi regalo de cumpleaños: un Citroën 3CV que, con mis ahorros, tenía que restaurar y arreglar sola. El día que me lo dio, fue una sorpresa enorme, casi me desmayo.

Me fui al fondo de casa, al taller que había hecho mi papá con sus propias manos, el paraíso de las herramientas, agarré una caja de vinos, la pinté con mini-Citroëns y me armé mi propia caja de herramientas. Con eso arranqué a restaurarlo, sin tener idea ni de a quién preguntarle. Veía cosas desprolijas y desarmaba todo, pintaba y volvía a armar. Le saqué todo el piso, los asientos, el torpedo, lo pinté; cambié el tapizado de negro a color cremita, le arreglé el techo, las cerraduras de las puertas, la bocina, la batería.  

“Quería el registro a toda costa” 

Aixa Franke es pilota profesional y brilla en la pista y en las redes: "Pedí el auto de la Barbie antes que la Barbie”

Aixa Franke es pilota profesional y brilla en la pista y en las redes: "Pedí el auto de la Barbie antes que la Barbie” - Créditos: Mariana Roveda

El día que cumplí 17, tenía turno para sacar el registro a las 7 de la mañana. Había esperado ese momento por años, tenía mi auto, con el que había practicado, y esa mañana, tan temprano en pleno invierno..., se clava el motor. ¡Me dejó a gamba! Iba a rendir con el Citroën, que era lo único que sabía manejar, y mi mamá me dijo: “Sacate turno para otro día”, pero le pedí por favor que me prestara su auto; quería el registro a toda costa ese día especial.

Fui con la Scénic de mi mamá: empezó siendo un desastre, pero cuando llegó el momento de estacionar logré hacerlo en una maniobra y me aprobaron (¡no tengo esa mancha en el historial de haber reprobado el primer registro!). Tiempo después, puse en valor el Citroën y, sin decirle nada a mi mamá, lo vendí. Compré un 147. No sabía bien qué hacía, pero me di cuenta de que estaba barato y lo podía arreglar. Era muy inocente y, a la vez, tenía una convicción muy fuerte.  

“Esto es un sueño que nunca va a ser posible para mí” 

Cuando terminé el colegio, quería ir a estudiar Diseño Automotriz a Córdoba, pero mi mamá no me podía bancar la carrera y tampoco tenía a nadie allá, así que opté por lo más cercano, Diseño Industrial en la UBA. Me acuerdo de que llegué a Buenos Aires, me bajé del avión, me fui a lo de mi abuela y, apenas llegué, le dije: “Vamos a la cochera a prender el auto del abuelo”.

Él había fallecido y hacía un año y medio que no lo arrancaban. Para mí ese Fiat Tipo era una masa al lado del 147. Me enfoqué 100% en el estudio, los fierros se pusieron en un segundo plano, me encantaba la carrera, era muy para mí. Yo siempre fui muy creativa y resolutiva, de armar y desarmar, me resultó muy fácil. Un día, en la facu, escuché a unas chicas que iban a ir a ver a un compañero piloto y fui, era la primera vez que iba a un autódromo.

Cuando lo vi, caí enamorada, fue mi novio durante cinco años y ahí viví el automovilismo de adentro. Siempre había soñado con ser piloto, pero entré en ese mundo, supe lo que costaba y dije: “Esto es un sueño que nunca va a ser posible para mí, tenés que ser millonaria para correr en auto”. Lo veía todo de afuera, lloraba de emoción y de frustración. 

“Nunca me quedé en el molde, siempre busqué la incomodidad” 

Cuando terminé la carrera, me separé y me fui a trabajar un tiempo a Andorra. Volví renovada y fue entonces cuando decidí emprender. Tenía 24 años, y empecé el proyecto que tuve con un socio hasta el año pasado, de carteras y mochilas a base de plástico reciclado. A la vez, decidí buscar la manera, aunque me pareciera imposible, de correr en auto y financiar mi sueño.

Era la época en que recién empezaban los influencers en redes sociales, y se me prendió la lamparita: “Me voy a hacer influencer para conseguir el presupuesto para correr en auto de carrera”, pensé. Busqué el medio y se alinearon los planetas. Una amiga me recomendó un curso de marketing digital gratis para emprendedores, y lo terminé usando para mi marca y para mí misma. Nunca me quedé en el molde, siempre busqué la incomodidad. Emprender me trajo darme cuenta de que podía cumplir mis sueños, no tenía que trabajar para darles mis ideas a otro.  

  

“La primera vez que corrí, fue a escondidas, y le gané al quíntuple campeón” 

Cuando me recibí, mi mamá me regaló un Fiat 500. Era un sueño; cuando me lo dio, la sensación fue como si me estuvieran regalando una Ferrari. Ella no podía pagar ese auto, no sé cómo hizo. Con ese auto me anoté a correr en las picadas del Gálvez. La primera vez que corrí, gané –y le gané al quíntuple campeón del Cuarto de Milla de aquel momento, “el Ruso”–. Lo tomé como una señal: “OK, mi vida viene por acá”.

Me hizo un clic. Fue a escondidas, le mandé a mi mamá la foto con la plata que había ganado y el trofeo y no me habló por varios meses, estaba enojadísima. Al tiempo, ya estaba metiéndome en la movida de los autos, donde hay clubes y fanáticos. Había empezado con el Instagram y en Arrecifes organizaban un evento para ir con tu auto de calle a meterte en una pista a girar, un “track day”. Fui y, otra vez, ¡gané! Pero me fui temprano y no me enteré.

Ese día me vio correr el presidente del club de fórmulas históricas, y me llamó para avisarme del premio. Nos encontramos en Warnes, me dio los trofeos y me dijo: “Flaca, vos con ese talento tenés que correr”. Yo le respondí: “No, no tengo plata; y ya tengo 25 años, ya está”. Me respondió: “Fangio tenía la misma edad que vos cuando subió por primera vez a un auto de carreras”. Ahí fue cuando me hice fanática de él y asumí que tenía que empezar a correr. Fue el quiebre de pasar de amateur al mundo profesional.   

“Hice un montón de sacrificios durante mucho tiempo para llegar a mis objetivos” 

Mientras tanto, mi emprendimiento de carteras seguía creciendo y le dedicaba muchas horas porque era mi sustento. Armé un club, Racing Girls Argentina, y organizaba actividades para chicas con el fin de achicar la brecha de género en este rubro y transmitir todo lo que iba aprendiendo.

Hacía eventos, con eso atraía marcas, empecé a crecer en redes sociales, seguía participando de los track days. Me armé todo mi auto, y lo armaba y desarmaba sola para cada evento, con mis propias manos. Aprendí mirando, autodidacta total. Me gusta mucho más correr que restaurar, pero me encanta la parte de mecánica, puedo estar horas desarmando un carburador y me apasiona.

Un día, en un un track day, un amigo piloto se subió a mi auto y me dijo: “Dejá de gastar la plata acá, decime cuánto juntás y yo veo qué auto podemos alquilar y qué te puedo conseguir”. A los seis meses, estaba en un auto de carrera. Alquilé un Fiat 600 detonado, pero iba todos los fines de semana al taller en Caseros a hacerle la chapa y pintura.

Como siempre, me las arreglé manualmente para dejarlo lindo con los medios que tenía, y hasta dejé de pagar un tiempo las expensas de mi departamento para poder pagar las inscripciones de los track days. Hice un montón de sacrificios durante mucho tiempo para llegar a mis objetivos. 

  

“Las redes sociales me ayudaron a correr y a tener mucho de lo que tengo hoy en día” 

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Me costó años cultivar mi comunidad, arranqué en 2017, cuando nadie sabía lo que era un influencer y las marcas no pagaban por contenido. Tuve una visión a futuro, fue la única herramienta que vi posible en ese momento como medio para poder correr en auto. Hoy busco inspirar a mujeres y hombres a través de las redes sociales a terminar sus proyectos, sus autos, a subirse a un auto de carrera..., a cumplir sus sueños.

A través de mi historia, quiero demostrar que no hace falta venir de un lugar muy alto para lograr lo que quieras. Si una tiene convicción, constancia y se enfoca, creo que todos los sueños se pueden alcanzar. Me han pasado muchas cosas malas y difíciles en el camino, pero siempre me sirvió pensar en positivo, en que voy a poder salir adelante. En ser paciente y seguir intentando. Yo nunca me quedé quieta. Hubo veces en la vida que no sabía para dónde salir, si iba a vender carteras o si llegaba al presupuesto para correr. Es estar en constante movimiento, despierta y activa. Hay que laburar mucho la cabeza y confiar en una misma, nadie lo va a hacer por vos.

Este año estoy cumpliendo el sueño de tener mi propio galpón, ¡y obvio, tengo miedo! Los miedos están siempre, pero hay que seguir adelante. Hay una frase de Fangio que dice: “Solo el que aprende a no bajar los brazos está listo para levantar una copa”. 

Motivadora de ponernos “al mando” 

Aixa Franke es piloto profesional de automovilismo y diseñadora industrial. Comenzó su carrera deportiva en 2018, en el Sport Prototipo, y pasó por categorías como Fórmula Nacional, Top Race, TC Pista Mouras, GT2000, entre otras. A sus 32 años, es una de las mujeres que representan el 2% de las licencias deportivas habilitadas para correr en Argentina. En 2017 fundó Club Racing Girls, con el fin de acortar la brecha de género en la actividad. Hoy, además de ser la encargada de una colección de autos clásicos, está al frente de Franke Heritage (@frankeheritage), el galpón de venta de autos clásicos y de alta gama que acaba de abrir junto con su socio. Es la influencer más importante del rubro automotor, desde sus redes sociales comparte su vida diaria, sus procesos de restauración y carreras, y además motiva a su más de un millón de seguidores a “perseguir sus sueños a fondo”. 

Más info: @aixafranke

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