
Magalí Sayal es taxista en Buenos Aires: maneja el auto que fue de su papá y lo convirtió en un taxi con arte
Combina su trabajo de oficina con su pasión por manejar un taxi que heredó de su padre. Recorre la ciudad con un auto intervenido con arte. En esta nota reflexiona sobre la seguridad, la sororidad entre colegas y el rol de las mujeres en una profesión aún dominada por varones.
14 de julio de 2025 • 14:41

Magalí, taxista en Buenos Aires: un oficio que legó de su papá - Créditos: Gentileza Magalí
Una tachera, así se define en Instagram, donde la descubrimos. Ella es Magalí Sayal, una secretaria de 39 años que combina ese trabajo con una pasión heredada de su padre: manejar el taxi.
En un oficio históricamente dominado por varones cada día decide salir a recorrer las calles de la ciudad de Buenos Aires, se abre paso con la fuerza de una convicción personal y un lazo familiar que la une al taxi que hoy maneja. Tal como nos cuenta, lo que empezó como una forma de seguir el legado de su padre, que amaba su taxi y le transmitió ese sentimiento hasta su muerte, hoy es un camino personal. "No hay día que no lo mencione en el taxi", cuenta Magalí. "Es como estar con él".
Su taxi no solo transporta personas: también irradia arte, historias y una mirada sensible sobre el espacio público, la seguridad, la sororidad entre colegas y el valor de hacerse un lugar. En esta entrevista, Magalí cuenta cómo es trabajar medio tiempo en la calle, qué desafíos enfrentan las mujeres conductoras y por qué cada viaje sigue siendo una aventura.

El taxi artístico de Magalí. - Créditos: Gentileza Magalí
-¿Cómo empezaste con el taxi, Magalí?
- El taxi era de mi papá, Miguel, que me transmitió todo su amor por esta profesión. Cuando se enfermó, comencé siendo su chofer y pude compartir con él mis primeras experiencias como taxista. Él falleció a fines de 2021, y un año más tarde me hice cargo del taxi y del legado que representa.
Con el tiempo fui descubriendo lo que él tanto amaba: la libertad de recorrer calles y avenidas, la aventura inesperada en cada viaje. Y, por supuesto, la diversidad de pasajeros que llevamos; cada uno trae consigo una historia… gente riendo, llorando, peleando, durmiendo; gente volviendo del trabajo, yéndose de viaje o de camino al médico... En fin, cada viaje es una posibilidad.
- ¿Cómo es que tenés un taxi intervenido artísticamente?
- Hace algunos meses, gracias a la campaña “Mayo Amarillo” de BA Taxi y la artista visual Eri Krawiecky, mi taxi se explotó de colores, flores y colibríes. Se convirtió en un lienzo diferente que irradia alegría. Cuando vi el diseño, supe que era para mí (¡tengo un colibrí tatuado en la espalda hace 10 años!) y me llena de felicidad llevarlo en mi auto. Luego pude conocer a la artista que lo creó y ver el cuadro en su versión original, y ambas coincidimos en que, por algo, esta campaña tan linda unió a dos mujeres —una artista y una taxista— que aman su trabajo. La responsable de la campaña de BA Taxi se llama Gaby Bibas. Otra mujer: me parece valioso nombrarla también a ella, porque fue el puente que nos unió.
En el día a día, llevar arte a través de la ciudad es una manera de generar emociones en pasajeros, transeúntes y automovilistas. La calle suele ser territorio hostil, no solo para las que trabajamos conduciendo, sino para las mujeres en general. Si bien es cierto que las mujeres taxistas somos minoría, cuando me cruzo con una colega me siento acompañada. Tengo mucha admiración y respeto por las que llevan años en la actividad, porque fueron quienes abrieron los caminos que ahora transitamos. Mi viejo siempre decía que el taxi es un trabajo mágico: nunca es el mismo pasajero, nunca es el mismo camino. Y tenía razón.
- ¿Cómo es un día tuyo? ¿A qué hora salís? ¿Cómo te manejás?
- En general, trabajo en el taxi por la tarde, porque a la mañana soy secretaria en una oficina. Así que arranco entre las 17 y las 18. Me gusta ese horario porque, en la hora pico, hay más movimiento. También la ciudad regala unos hermosos atardeceres; es muy lindo ver cómo lentamente se va iluminando.
Lo primero que hago es chequear que el interior esté ordenado y perfumado, luego arranco desde el sur de la ciudad con rumbo desconocido. Pongo alguna playlist dependiendo del día y el estado de ánimo, porque conducir en silencio es muy aburrido. Agarro alguna avenida hasta que sube el primer pasajero de la tarde, y después nunca se sabe hacia dónde podés ir, ni cuándo termina el día. Es toda una aventura. Entre las 9 o 10 de la noche me voy tirando para el sur, para volver a mi casa en Avellaneda, pero no siempre se da que te dejen cerca. No trabajo hasta tan tarde, no solo por cuestiones de seguridad: después de una larga jornada laboral compartida, no me queda más energía… Quizás los viernes me quedo un rato más, a veces algún finde o feriado. Lo interesante de trabajar medio tiempo en el taxi es que puedo manejar mis horarios, pero también es cierto que ser tu propia jefa, en ese sentido, te empuja a salir sí o sí.
- ¿Tenés alguna parada fija donde te encuentran?
- No trabajo en paradas; prefiero salir a yirar, mantenerme en movimiento y buscar el pasajero en la calle. Yo lo llamo la “adrenalina de la coincidencia” entre un pasajero y un taxi libre. Dejo que me sorprenda la búsqueda de la oportunidad.
Muchas veces hay buena onda con los pasajeros y me piden el contacto para algún viaje, y eso me hace sentir muy conforme con el servicio que estoy brindando: es un voto de confianza. También las redes ayudan mucho, como Melissa, una médica que me contactó por Instagram, y hace algunos meses la voy a buscar todos los jueves para ir de una clínica a otra.
En el día a día me siento muy bienvenida, tanto con mis pasajeros como con otros colegas. A muchos pasajeros les da curiosidad, se interesan y me preguntan por el trabajo o por el auto. Siempre les respondo que me encanta.
- ¿Cómo impacta el trabajo del taxi a partir de las apps de transporte?
- Las apps de viajes impactaron muy negativamente en el trabajo de los taxistas, sobre todo por las condiciones, que son muy desiguales. Tener un taxi habilitado conlleva muchos gastos y trámites que las apps no tienen, comenzando por tener una licencia de conducir profesional para el transporte de pasajeros, o un seguro que responda en caso de accidente, porque los vehículos no están habilitados por ningún organismo para llevar pasajeros. No es el mismo servicio, por eso cuando me preguntan por las apps trato de explicarles las diferencias, porque muchos no las conocen. De igual manera, no juzgo a quien las utiliza (conductores o pasajeros), pero tampoco lo comparto, por eso no trabajo con ninguna excepto BA Taxi, que es la app oficial del gobierno de la ciudad. Por suerte, muchos pasajeros entienden esas diferencias y siguen eligiendo el taxi para moverse en la ciudad.
- ¿Cómo te cuidás de la inseguridad, si es que lo hacés?
- En primer lugar, una siempre hace un scan rápido del pasajero y del lugar a donde va. Pero soy de las que piensa que, si me va a tocar, va a ser cualquier persona (quizás la menos esperada) en cualquier lugar. Fui con viajes a barrios picantes que otros no se arriesgarían, pero si el pasajero y el contexto me dan confianza, voy. Por eso no soy prejuiciosa, pero sí cautelosa.
Muchas veces me preguntan si tengo miedo, y les respondo que no podría ser taxista si estuviera desconfiando o sospechando de cada pasajero. Trabajando en la calle y con gente, siempre estamos expuestos; eso es inevitable.
Cuando recién empecé, me quisieron robar y yo lo sabía desde el momento cero. Se prendieron todas las red flags, pero no supe cómo salir de esa situación. Afortunadamente, no fue más que un susto. Ese día justo había un taxista parado en una esquina, un completo desconocido; paré y le conté lo que me había pasado. Estaba en shock, solo necesitaba ser escuchada, y ese compañero me entendió.
Hoy creo que tengo más experiencia y herramientas para intentar evitarlo. Mis colegas que tienen años en esta profesión me ayudaron con sus consejos. Siempre estoy en contacto con los amigos taxistas de mi viejo, que son mi red de contención.

Magalí, taxista en Buenos Aires: un oficio que legó de su papá - Créditos: Gentileza Magalí
- ¿Nos podés contar alguna anécdota con mujeres choferas, de esos cruces que decís que tienen y que te hacen sentir acompañada?
- En la calle, cada vez que me cruzo con alguna colega, intento saludarla, al menos con un pequeño gesto, una bocinita amigable, que nos hace sentir que no estamos solas. Detrás de esa conductora, más allá de la profesión, también hay una historia y una familia. Sale a afrontar la realidad en la calle y, probablemente, le pasen situaciones similares a las que me suceden a mí.
Hace dos años viajé a San Juan y tuve la oportunidad de participar de un Congreso Nacional de Mujeres Conductoras que se hace anualmente en distintas ciudades (Río Cuarto, San Juan, Bariloche, Rosario), y allí conocí muchas mujeres conductoras, no solo de taxis sino de camiones, colectivos, maquinaria agrícola y minera, entre otros. Fui con mi colega Andrea, con la que tengo una amistad que trasciende el taxi. En ese espacio pude conectar con conductoras de toda Argentina y de otros países, y conocer distintas problemáticas y realidades. Muchas de ellas son pioneras en sus ciudades, con muchos años de experiencia, y que incluso se organizaron en sindicatos y cámaras junto a otras conductoras. Fue realmente inspirador, porque me di cuenta de que cada vez más somos las mujeres que damos ese paso y nos subimos a un vehículo todos los días en un ámbito que fue tradicionalmente masculino. Trabajar conduciendo también es una manera de romper con prejuicios propios y ajenos, demostrar que las mujeres somos igual de capaces y profesionales, y pensar cuál queremos que sea nuestro rol en el transporte en general. También se trata de visibilizar las oportunidades, o la falta de ellas. Creo que sentirnos acompañadas por las mujeres que se dedican a conducir hace tantos años nos motiva a las que recién empezamos.
- ¿Te pasa de elegir mujeres pasajeras más que varones? Por ahí algo inconsciente o para cuidarte.
- Me pasa que muchas pasajeras me comentan que prefieren viajar con una conductora mujer, y la realidad es que yo también, porque todas hemos experimentado en algún momento una situación en la que nos sentimos incómodas. Hay muchos colegas varones que son súper profesionales y respetuosos, pero hay algo que nos hermana a todas las mujeres en ese sentido. Nos sentimos más seguras, por eso entiendo el porqué de esa preferencia. Como conductora, no me pasa de elegir, pero sí recibo ese tipo de comentarios de mis pasajeras mujeres, como una expresión de tranquilidad. Me preguntan cómo me trata la calle, porque sabemos que es un ámbito complejo. Como mujeres al volante, es muy fácil ser blanco de comentarios muy agresivos, pero yo las aliento a aprender a manejar o a animarse a salir, porque para mí es sinónimo de libertad e independencia.
- ¿Influye este trabajo tuyo en tu vida familiar? ¿Tenés que sortear prejuicios allí también?
-Mi familia siempre me apoyó. Cuando mi viejo falleció, les dije que quería hacerme cargo del taxi. Comenzó por una cuestión emocional, no podía soltar eso que tanto él había amado. Con el tiempo lo fui haciendo parte de mi identidad también, y una manera de mantenerlo siempre presente. Lo nombro todos los días arriba del taxi, y eso me hace bien. De alguna manera, siento que estoy continuando con un legado, y contar con el apoyo de mi familia y amigos para llevarlo adelante es fundamental. Claro que siempre me dicen que tenga cuidado, que no vuelva tan tarde, pero así es el taxi, como la vida… nunca se sabe qué pasará en el camino.
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