
¿Y si sale todo bien?
En el mes de las hojas en blanco y las metas nuevitas está bueno recordar que, entre todos los escenarios posibles, también está ese que no siempre tenemos en cuenta: el positivo.
6 de enero de 2023

Volver a mirar, la columna de Beta Suárez. - Créditos: Getty
El lastre y la duda
Entre los últimos días de diciembre y los primeros de enero vivimos una tensión interesante entre dos pulsiones muy opuestas: la del cansancio acumulado y la de la esperanza a la que nos invita el año nuevo.
Se nos mezclan las frustraciones por lo que quisimos y no pudimos, la tristeza de lo que ya no es o salió mal con la idea, multicanal y repetida hasta el hartazgo, de que un calendario a estrenar es un mundo lleno de nuevas posibilidades.
En el debe y el haber nadie nos puede criticar el escepticismo entre tanto brindis porque, bueno, ni el cuerpo ni el corazón saben de fechas y al primer día después del último nos llevamos nuestras cosas y nuestras causas. Hay cicatrices y dolores, angustias y ansiedades que insisten en acompañarlos y que, por tozudos, puede que de a ratos nos aturdan lo bueno que también se nos queda y nos modela.
Sin embargo, como la vida nos demuestra que hay sorpresas mundiales y de las otras, y que no todo depende de nosotros y que incluso cuando algo parece no tener salida ni futuro, florece, me pregunto: ¿por qué ponemos, muchas, veces, el mejor escenario como la última posibilidad?
Los motivos (algunos)
Hay algo de supervivencia, advierto, en esto de plantear escenarios espantosos: si partimos de ahí casi que no nos queda más que mejorar y, además, si algo nos va a tomar por sorpresa, preferimos que sea lo bueno.
Es una defensa que, como todo muro, nos aleja no solo de aquello de lo que queremos protegernos.
También podría ser que, sencillamente, no estemos del todo preparados para la contundencia del éxito sereno, de esa circunstancia en la que no hay sufrimiento ni tropiezos ni imprevistos, pero que nos pone a buscar nuevos horizontes porque a ese ya llegamos.
Puede que, por lo que nos vino dado, lo que nos dijeron o incluso nuestras propias o últimas experiencias, sintamos que no lo merecemos y que no sabríamos qué hacer con todo eso.
¿Y entonces?
Volvamos a mirar
Pienso, desde hace muchos fines de año, que es más saludable, al menos para mí, darme un tiempo para la transición. No necesito tener una lista de objetivos, propósitos y metas el 2 de enero.
Aprendí, también, que si me detengo puedo, a mi tiempo, seleccionar con más precisión lo que dejo y lo que me traigo, lo que desecho y lo que preservo.
Soy más humilde con mis predicciones porque entiendo que lo único que está en mis manos es seguir intentando y, en el mejor de los casos, disfrutar los procesos.
Mi intención 2023, y se las comparto por si les sirve, es permitirme poner por delante la posibilidad de que “todo salga bien”. Proyectar es un poco hacer futurología y el “que todo salga bien” se merece, al menos, la misma atención que le doy a su opuesto.
Porque si sale mal, ya tenemos, porque vivimos, experiencia para manejarlo.
Y porque si voy a ser prudente con algo intentaré que nunca sea con la esperanza.
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