Timeleft, la aplicación que te lleva a cenar con 5 desconocidos: ¿cómo funciona y cuánto cuesta?

Si seguís leyendo es porque tenés ganas de vivir esta particular experiencia o porque te picó el bichito de la curiosidad y querés saber de qué se trata. Sea cual sea la respuesta, a continuación, te cuento todo lo que tenés que saber (incluyendo mi propia experiencia con la app).

Con el eslogan divertido y desafiante “Arriésgate, toma asiento. Y solo di, ‘hola desconocido’”, Timeleft es una aplicación que te hace una propuesta bastante directa: si querés conocer gente, pero no te animás a hablarle de una a un extraño, bajate la app, completá estas preguntas y todos los miércoles (o algunos, dependiendo del plan al que te suscribas) a las 21.30 vas a tener una mesa reservada en un bar o restaurante en donde te vas a poder sentar a compartir una cena y una charla con cinco desconocidos.

Para meterte de lleno en esta miniaventura urbana solo tenés que descargarte la app o entrar al sitio web, seleccionar la ciudad en donde estás y contestar un exhaustivo cuestionario de personalidad con preguntas que van desde qué tipo de música te gusta hasta con cuánta frecuencia te sentís solo. Una vez registrado y con una cena ya reservada, empieza la parte más divertida.

En la misma aplicación te van a aparecer misiones que se desbloquean. Primero vas a poder ver el horario de reunión, después el bar en cuestión, luego una composición de tu grupo, en donde te revelan solo algunos datos, como el signo del zodiaco y, finalmente, -ya cuando quedan apenas unos minutos antes de arrancar la cena- se habilita un juego de preguntas al que todos pueden recurrir si la conversación se estanca.Para cerrar la noche, Timeleft te brinda una nueva “misión”: un bar al que todos pueden ir a tomar una copa, seguir la juntada y alargar un poco la noche.

Timeleft ofrece varios combos:

• 1 mes –es decir, cuatro cenas- por 14 dólares
• 3 meses – 12 cenas- por 32 dólares
• 6 meses – 24 cenas- por 52 dólares

Atención al siguiente detalle porque es importante: los combos no cubren ni incluyen la comida o la bebida. Todo eso corre a cuenta del consumidor.

Hay muchos motivos que llevarían a una persona a querer probar esta aplicación y algunos de estos los descubrí hablando con mis desconocidos asignados. Mientras yo lo hice para contarte a vos qué onda la experiencia, algunos lo hacen porque son tímidos y les cuesta entablar conversaciones con desconocidos y a otros simplemente les divierte explorar la movida gastronómica y con esta app prueban algo nuevo todas las semanas, independientemente de si tienen un amigo que les haga la segunda.

La cita era, como siempre, un miércoles a las 21.30 y mi spot asignado fue Casa Gin, una gintonería ubicada en el cancherísimo barrio de Palermo.

Apenas entré al bar, me guiaron hacia la mesa número 3, en donde dos personas ya estaban charlando como si se conocieran de toda la vida. Me senté, me sumé a la conversación y, aunque todos los comensales habían avisado que llegaban tarde, a la hora pactada cada uno estaba ocupando su respectivo lugar.

Ya entrados en calor y con las presentaciones formales hechas, arrancamos a saltar de tema en tema. Hablamos desde la gordofobia en el mundo de la nutrición hasta política –porque obvio íbamos a hablar de política-; fuimos de criptomonedas a hacer catarsis por relaciones y romances fallidos. Por suerte no se cumplió mi mayor miedo: pasar una cena entera con la típica lista de preguntas de ¿a qué te dedicás? ¿con quién vivís? ¿qué música escuchás?

Quizás porque el factor que hizo tan llevadero el  encuentros o lo que le dio esa mística particular que nos ayudó a soltarnos fue que éramos cinco personas totalmente abiertas y dispuestas a entregarnos a conocer al otro. Sin preconceptos ni juicios previamente formados. Sin expectativas. Solo sabíamos que estábamos ahí con ganas de escuchar lo que el otro tenía para decir.

O tal vez fue el efecto de poder ser quien queríamos ser, porque total nadie nos conocía y nadie iba a estar esperando que actuemos de tal o cual manera. Liberador, ¿no?

Terminada y pagada la cena, intercambiamos perfiles de Instagram a sabiendas de que había altas chances de no volver a hablar nunca más y, mientras tres decidieron que la noche invitaba a ir a la siguiente locación, las otras dos –yo incluida– invocamos el antiguo refrán de “taza, taza” y nos fuimos porque, en definitiva, eran pasadas las 12 de la noche de un miércoles y al otro día había que madrugar.