Messi y el poder de la disculpa
Sole Simond reflexiona sobre por qué pedir perdón es lo más disruptivo para nuestro ego: implica reconocer “me equivoqué” y eso es abandonar un mundo conocido.
6 de mayo de 2023
Leonel Messi se equivocó y pidió disculpas. - Créditos: Archivo LN
Estas semanas estuve leyendo el último libro de Ekhart Tolle, quizás lo conozcas por el best seller El poder del ahora, pero creo que su última creación es todavía más contundente. Un nuevo mundo, ahora pone de manifiesto el salto cuántico que estamos dando como Humanidad.
Quizás lo sientas, y ni te digo eclipse mediante, que lo que creíamos conocido se vuelve cada vez más difuso; las certezas se reinventan; la vaca atada ya se dio a correr hace rato. ¿Qué nos está pasando? El ego se pone en jaque.
“El ego surge cuando nuestro sentido del Ser, de “yo soy”, que es conciencia sin forma, se enreda con la forma (…) la ilusión de separación absoluta que convierte la realidad en una pesadilla”, dice Tolle. ¿Y qué nos pasó? Quedamos atrapados en nuestras formas: reputación, instituciones, roles, mandatos, profesión, éxito, fracaso… y, mientras más rígidas las formas, más frustración y sufrimiento.
Estamos viviendo un quiebre de las formas que nos dieron durante un tiempo una percepción de estatus, confianza, estabilidad, sin embargo: ¿fue así? ¿Somos acaso más felices?, ¿nos sentimos menos solos?, ¿logramos plenitud? La respuesta es no, porque lo que viene a decir Tolle es algo que ya sabíamos, nos lo dijeron las abuelas, lo comprobamos tantas veces: “Lo importante es lo esencial, lo de adentro”. Y, cuando decimos lo de adentro, hablamos justamente de un Ser que no entra en ninguna cajita, porque es ilimitado.
¿Qué expande nuestra capacidad de conectar con lo infinito? Romper el molde. ¿Cómo lo rompemos? Llevando a nuestro ego a fronteras desconocidas, donde siente que “se muere”. Porque las identidades, nuestras formas, están tan arraigadas que, cuando se sienten en peligro, pondrán todas las resistencias y mecanismos de supervivencia que conocen para permanecer en lo conocido. ¿Cómo? Hablemos de Messi.
Recién me conmoví con su video de disculpas. Él podría haberse llamado al silencio, podría incluso mandar un comunicado, sin embargo, se disculpó. Pedir perdón es lo más disruptivo para nuestro ego, porque implica “me equivoqué”, y eso es abandonar un mundo conocido, la creencia de “yo tengo razón”, para darle paso a otra nueva, desconocida y vertiginosa.
Acordate de la última vez que reconociste un error, o te animaste a disculparte porque usaste un mal tono, o a abandonar una idea fija para permitir que otra entre. ¿Registrás lo que pasaba en tu cuerpo? Es completamente desestabilizador. Ahora vos podrías decir: “qué humilde Messi”, o decir “no tendría que haberlo hecho, lo destrataron”.
Sin embargo, pedir perdón no sólo es para los otros. No sólo implica “agachar la cabeza”, sino poder sentir que sos capaz de saltar de pantalla, de darle la oportunidad a tu mente, a tu sistema de creencias, a tu ego de reiniciarse, de expandirse hacia horizontes menos arrogantes y más receptivos.
Messi pide disculpas y es un símbolo de la nueva era. Una era que nos propone fluir, en vez de resistir; expandir, en vez de controlar; aprender en vez de enseñar; y que el número uno del fútbol del mundo prenda una cámara para explicar y dar sus disculpas nos habla de un modelo de líderes más humanos y alcanzables, que nos habilitan a todos a ser falibles.
La pregunta es ahora: ¿seremos capaces nosotros, cuando sea el momento, de decir: “me equivoqué”?; ¿podremos abandonar las formas que construyó nuestro ego?; ¿somos capaces de bancarnos a los héroes de carne y hueso o compañeros del camino con falencias, o estamos esperando a quién podemos criticar para reforzar nuestras certezas? Ojalá que podamos recibir con conciencia los aprendizajes, y estar cada día más blandos y respetuosos para nuestro crecimiento.
El nuevo mundo ya llegó, y toda la Humanidad está a prueba, incluso para los Messi.